DIALÓGICA Y PAZ
Cada vez que se quiere contestar una pregunta, la
dificultad principal está en saber cuándo se tiene la respuesta: ante
esta circunstancia siento la necesidad de ser preclaro y vuelvo a
preguntarme en qué país vivimos, qué país anhelamos y soñamos; sin
embargo,
me desvela y me asalta el interrogante que deseo compartir con
ustedes, el cual lanzo desde mis bucles mentales: ¿Son indispensables
los medios de comunicación para ejercitar la ciudadanía democrática?
Serían muchas las respuestas que saldrían a flote sin
pretender caer en un análisis estricto; es ahí donde afloran y se
configuran los espacios públicos, virtuales u otros, en el que los
ciudadanos reciben informaciones y se enteran de los chismes o
cotilleos, rumores, cuando asisten, participan o escuchan y
hacen sus lecturas sobre eventos de naturaleza política social y
cultural.
Estas informaciones se reeditan y se transmiten en programas acartonados por tecnócratas de la información, antecedidos de una dosis de manipulación estratégica agenciada por los canales televisivos, la prensa hablada y escrita cuando difunden sus titulares, transmiten los debates e "informan" sobre las polémicas con temáticas de corte nacional, regional y local en las que participan las instituciones del Estado, instituciones privadas, organizaciones, movimientos sociales, la sociedad civil, dignidades y dirigentes políticos. Ante lo expresado sabemos que no hay medios de comunicación perfectamente neutrales y objetivos; muchos de ellos toman partido de acuerdo con sus intereses corporativos y con las relaciones marcadas de gobierno. Es necesario darnos a la tarea de aprender a buscar la información recurrente, fiable, que nos permita hacer un análisis de lo qué significa y dignifica a la Nación, como son los diálogos que se desarrollan en La Habana (Cuba) entre el Gobierno y la FARC, las Victimas y los Victimarios.
Estas informaciones se reeditan y se transmiten en programas acartonados por tecnócratas de la información, antecedidos de una dosis de manipulación estratégica agenciada por los canales televisivos, la prensa hablada y escrita cuando difunden sus titulares, transmiten los debates e "informan" sobre las polémicas con temáticas de corte nacional, regional y local en las que participan las instituciones del Estado, instituciones privadas, organizaciones, movimientos sociales, la sociedad civil, dignidades y dirigentes políticos. Ante lo expresado sabemos que no hay medios de comunicación perfectamente neutrales y objetivos; muchos de ellos toman partido de acuerdo con sus intereses corporativos y con las relaciones marcadas de gobierno. Es necesario darnos a la tarea de aprender a buscar la información recurrente, fiable, que nos permita hacer un análisis de lo qué significa y dignifica a la Nación, como son los diálogos que se desarrollan en La Habana (Cuba) entre el Gobierno y la FARC, las Victimas y los Victimarios.
No se requiere hacer un esfuerzo mental para compilar algunos criterios y
posiciones que se difunden a través de los medios de comunicación y
que son secundados por sectores retardatarios, vetustos, demenciales y
por bufones identificados como enemigos del
proceso de paz, quienes niegan la relación dialógica como iguales en la
Mesa entre la Insurgencia y el Gobierno; además, señalan como
inconcebible la relación dialógica entre víctimas y victimarios
estigmatizándola con calificativos deshumanizantes; a lo cual
se agrega la actitud descomedida del Ministerio de Defensa al deformar
el papel de los desmovilizados especulando sobre su conversión en
criminales que atentarían contra el bienestar de la comunidad una vez se
reinserten. Esto es, sin duda, un atentado al
proceso de diálogo.
Es mágico y aventurero el discernir sobre temáticas trascendentales en
este país cuando éstas tocan los hilos de la incertidumbre y la
esperanza del tejido social, pero como estamos llenos de humanidad nos
atrevemos a pensar y a lenguajear sobre los diálogos
entre la Insurgencia de las FARC, el Gobierno y las Sociedad Civil, los
cuales deben caracterizarse por la puesta en común de la "discusión
experta" que incorpora técnicas y dispositivos de diálogos, tal como lo
define Peter Senge en su compendio "La
quinta disciplina en la práctica": "A
veces basta con ponerse de acuerdo sobre el origen del desacuerdo para
comprender mejor la situación, aclarar los supuestos que antes pasaban
inadvertidos
y continuar avanzando". Este es el espíritu que debe
predominar en los diálogos de La Habana por construir una nueva
realidad entre todos. Bien acierta el profesor chileno Humberto Maturana
en su libro "El sentido de lo humano", cuando nos dice:
"El conversar es un modo particular de vivir juntos, en ese espacio
relacional uno puede vivir en la exigencia o en la armonía con los
otros”. Lo que anhelamos es la transformación en la convivencia para
poder garantizar más adelante una paz verdadera y estable.
Sé con precisión que somos administradores del tiempo relativo, para
ello me corresponde enunciar que el objetivo no es –no debe ser–
conseguir una opinión pública sólida, sino una mejor opinión personal
suficientemente fundada y argumentada sobre lo que acontece
en la Mesa de Concertación y de Diálogo en La Habana entre los
Interlocutores activos de facto y los del Gobierno, tal como lo
corrobora Fernando Savater en su "Diccionario del ciudadano sin miedo a saber",
cuando emula a Hannah Arendt quien distingue entre ambas opiniones lo siguiente: "La llamada opinión publica tiene siempre algo avasallador y hasta totalizante", es aquí donde los ciudadanos tienen
el miedo a la discrepancia y la aceptan como autómatas; mientras que la "opinión
personal es la señal distintiva del ciudadano maduro, es decir, de
quien lucha contra la ignorancia que coarta nuestra libertad";
lo importante es que el ciudadano sea original. Para que el diálogo no
se convierta en un círculo vicioso, el Gobierno tiene un compromiso
consistente en promover que la labor ética de los medios de comunicación
sea la de mantener informada a la ciudadanía
sobre el acontecer político de los diálogos, con objetividad sobre los
aspectos de convergencia y divergencias entre las partes del conflicto,
sin mutilaciones y tergiversaciones, máxime cuando se debe dialogar
entre iguales, que es la esencia fundamental
de todo diálogo; por tanto, los medios de comunicación no deben
inclinar la balanza a su libre albedrio, negando el principio de la
otredad, como si el otro no existiera; los diálogos son para participar y
mantener informada a la Nación con sus nacionales
y no al servicio de la empresa mediática que con sus agentes y su
empoderamiento convierten a las mentiras en verdades de tanto
repetirlas, truncando el proceso que se adelanta en La Habana, salvo en
algunos casos, como si los puntos de los acuerdos fueran
patrimonio de su libertad de empresa.
Lo importante es procurar por llegar a saber por cuenta propia y no
acumular saberes ajenos acríticamente aceptados que nos condenen. De lo
que se trata es de liberarnos para pensar por nosotros mismos, donde la
relación dialógica de los sectores en conflicto
sea el insumo fundacional para la paz.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 14 DE SEPTIEMBRE DE 2014
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