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CARNAVAL ECOLOGICO

CARNAVAL ECOLOGICO






 Por Hugo Castillo Mesino

La ecología humana representa un nuevo paradigma que nos invita a despensar la crisis paradigmática, como herencia cultural, en la cual no se aborda la escala valorativa que propende hacer del ser humano la convivencia con la naturaleza y desarrollar la democracia como expresión de conservación y defensa de ese recurso natural no renovable por su esencia como es el hombre.
Hablar de las manifestaciones del Carnaval del Caribe colombiano y de manera especial el de Barranquilla, no deja de ser una preocupación de la antropología cultural y de la visión de sus hacedores, en el marco de su significado y de su trascendencia en el pasado, en el presente y en el futuro. Es por eso que pretendo insertar algunas consideraciones reflexivas sobre el Carnaval desde la Ecología Humana que nos permita mantener el equilibrio entre el comportamiento que el caribeño y el barranquillero manifiesta durante estas festividades y la sana convivencia interpersonal, social y ambientalLos carnavales pueden ser una buena ocasión para concienciar sobre los valores ecológicos.
Permítanme abordar la necesidad de reivindicar los espacios socioculturales que en el pasado marcaron la identidad histórica de estas festividades, expresadas en: disfraces, comparsas, parodias, comedias, verbenas, batallas y desfiles, y que lógicamente culminaban con la muerte de Joselito como personaje que invoca el eterno retorno de vida y resurrección en la cotidianidad del ser caribeño y como expresión ejemplar del cómo vivir, divertirse y “morir” hasta que el cuerpo resista; situación que debe ser asimilada y contextualizada por todos los que de una u otra forma lo vivimos porque lo gozamos.
Es cierto que, el Carnaval enmarca un mundo diverso por su composición y expresión, y en él se observan todos los requerimientos que éste demanda como insumos para el festejo. Es ahí donde debemos detener nuestra mirada profunda con significativa preocupación cuando es conocida por todos, con una gran dosis de indiferencia, las deformaciones actitudinales que han caracterizado la celebración de las fiestas en los últimos períodos cuando, por ejemplo, se sigue arrojando agua indiscriminadamente sin la conciencia universal de la racionalidad y de la defensa de este preciado bien vital para la humanidad, máxime para nuestro país donde sistemáticamente las cuencas hidrográficas han venido secándose como resultado de la acción y el desconocimiento de la cultura ambiental; en igual sentido, es de preocupación internacional el uso de sustancias químicas tóxicas que contaminan el aíre en perjuicio de la capa de ozono y contribuyendo a que el nivel de nuestra calidad de vida se deteriore cada vez más, engordando las arcas del gran capital de productores y distribuidores de estas sustancias, que se promocionan su uso encubierta en una publicidad de aparente inofensividad para la salud. A esto se suma el gran despelote vial en la ciudad, por la falta de una planeación regulada y acompañada de una información pedagógica previa a la ciudadanía que garantice una adecuada movilidad y desplazamiento a sus espacios vitales y festivos.
Barranquilla y el Atlántico deben ser mirados por sus gobernantes en su componente de seguridad social como entes territoriales que ofrecen garantías plenas a sus habitantes para el acceso a los diferentes escenarios de desarrollo del Carnaval, y para ello se requiere aportar todos los dispositivos y recursos que prevean la atención oportuna y eficiente a situaciones de contingencia en el diseño de planes de convivencia compartidos con la ciudadanía. Sólo pensando podemos cambiar las cosas, dado que pensar es comenzar a cambiar; por eso, desde este espacio y de su condición de lector le hacemos un llamado a las autoridades del orden local y departamental para que desde ya se pongan al día, reafirmando las disposiciones y normas legales que posibiliten el buen comportamiento ciudadano, pero que además eduquen, vigilen y controlen a quienes alteren la convivencia sana e infrinjan la ley; solo que para ello se requiere de oficializar estas normas que deben estar acompañadas de la presencia policiva y de los organismos de control.
Ahora, el Carnaval es parodia e irreverencia, y es ahí donde fluye la lúdica costeña en todo su esplendor que nos permite invitar y caracterizar con disfraces el acontecer nacional y local desde el sentir encarnado del ciudadano como lo es, por ejemplo, representar la ridiculización al pírrico aumento disminutivo del salario mínimo, del incremento del IVA, de la venta de Isagen, el nuevo impuesto distrital a la telefonía móvil, etc.
Este Carnaval debe constituirse en un símbolo ecológico-humano que medie la comprensión entre todos los actores de la paz y la esperanza de los colombianos. Que más solidaridad con el Proceso de Paz, como una tarea de todos, que la de enarbolar en todos y cada uno de los espacios festivos y de masas alusiones alegóricas a este anhelo y sueño arraigado en lo más profundo del ser de todos. Es aquí y ahora donde las autoridades y sus gobiernos locales y nacionales deben comprometerse a pintar el Caribe colombiano con voces, himnos, música, poesía, letanías, bailes y demás expresiones multiculturales que hagan del Carnaval de Barranquilla y del Atlántico el Carnaval de la Paz.

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 24 DE ENERO 2016
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