Por Hugo Castillo Mesino
Todos conocemos que el carnaval como manifestación cultural de los pueblos es interpretado de manera diversa por las especialidades y disciplinas estudiosas de este acervo, como el conjunto de los bienes y productos culturales; sin embargo, ha sido muy complejo discernir en forma científica sobre sus orígenes, dado que su connotación histórica se remonta antes de nuestra era cuando los agricultores enmascaraban sus rostros y pintaban sus cuerpos para celebrar la fertilidad y la productividad de los suelos para alejar los malos espíritus de las cosechas. Queda claro que, el carnaval en sus orígenes no se puede enmarcar en la cronología específica de una época ni otorgarle el privilegio a un territorio determinado por las miles de manifestaciones culturales de los pueblos del planeta. Lo que nos permite inferir que el Carnaval de Barranquilla está inserto en esta definición.
Es cierto que los orígenes del Carnaval de Barranquilla y sus manifestaciones corresponden históricamente a contextos de pueblos distantes de nuestro ámbito; para su comprensión destacamos la figura del Rey Momo como uno de sus principales componentes folclóricos, símbolo de la máscara; al igual que el carnaval requiere de una organización que oriente su desarrollo y es cuando surge la creación de su Junta Organizadora y la designación de su Presidente. Una vez pensada su organización se instituye la “Batalla de Flores”, propuesta por Heriberto Vengoechea con un objetivo claro de recuperar una tradicion carnavalesca de muchos años sentidos y vividos y añejos de carnaval, es ahí donde se engalana el carnaval con su primera reina Alicia Lafourie. Entonces, surge la necesidad de mostrar colectivamente todas las expresiones folclóricas típicas del carnaval, representadas en sus danzas, comparsas y disfraces en la “Gran Parada”, antecediendo a ello un desorden organizado con sabor a noche llena de imaginación y luces con la “Guacherna”, parida, cantada y bailada por Esthercita Forero “La novia de Barranquilla”. El mismo desarrollo del carnaval, la expansión de la ciudad y el crecimiento poblacional demandan una especie de descentralización de los escenarios carnestoléndicos dando paso a los desfiles de la Calle 17 y la Carrera 44 y otros, respondiendo a la búsqueda de una participación más popular de los espectadores y hacedores ante la acelerada privatización y elitización en la organización del Carnaval de Barranquilla.
El Carnaval de Barranquilla ha sido declarado por la UNESCO, “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” a partir del año 2003, lo que se constituye en una vitrina internacional y nacional para quienes busquen espacios de recreación y disfrute de las manifestaciones históricas de los pueblos contenidas en nuestro carnaval, traduciéndose esto en la obtención de grandes ingresos canalizados por el sector privado representados en la empresa Carnaval de Barranquilla S.A., quien planifica y ejecuta la programación del carnaval, pero olvidándose, conscientemente, de los hacedores de las diferentes manifestaciones artísticas y folclóricas que son la columna vertebral que sostiene estas fiestas, excluyéndolos de la participación de la toma de decisiones en su organización, aunque algunos medios, sobre todo en vísperas a los días centrales del carnaval, pretendan hacer creer que existe un entendimiento pleno entre ellos y otras organizaciones con la entidad organizadora, siendo esto un disfraz más de quienes regentan el carnaval.
El ser caribe nos lanza una mirada de nuestro ayer y del hoy, y el ser barranquillero nos remite a revivir el pasado y a pensar el presente, pero a la vez nos invita a las añoranzas del Carnaval de Barranquilla; y es por eso que al recorrer todas y cada una de las manifestaciones del carnaval, a usted, amigo lector y a quienes gozan y viven el carnaval, lo remitimos a hacer un inventario de todas esas manifestaciones hoy extinguidas y las que han sufrido transformaciones a la luz de estos carnavales. Entonces, los baúles comienzan a abrirse para desempolvar cada objeto, cada disfraz, cada comparsa, cada escenario que le dieron gala y marca a nuestras fiestas: la reina central iba acompañada por un edecán del Tránsito en su carroza en la “Batalla de Flores” y en todas sus presentaciones; el reinado internacional; los salones burreros, que eran los espacios donde se reunía la gente a parrandear en los carnavales de Barranquilla del siglo pasado, llamados así porque se colocaban estacas para que los bailadores amarraran sus burros antes de ingresar, era su medio de transporte y la costumbre le dio el nombre a esta modalidad del Carnaval; las casetas de baile, que reemplazaron a los salones burreros, como “La saporrita”, “El toro sentao”, “La tremenda”, “La piragua”, “El Tanganazo”; el carnaval del Paseo Bolívar; los bailes en los barrios populares con sus potentes picós; disfraces como “Drácula”, “Cantinflas”, emboladores, la enfermera, la loca, “María Moñito”, “Fidel Castro”, el bebé, el cura representado por Mingo Martínez, entre otros.
Recordar es vivir con el disfrute; añorar es una ilusión que no podemos agarrar; parece que estas manifestaciones populares se han sustituido por un espectáculo fastuoso dirigido al consumo comercial para la obtención de dividendos representados en capital en desmedro de lo autóctono.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 07 DE FEBRERO 2016
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