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¿EXISTE LA FELICIDAD?

¿EXISTE LA FELICIDAD?
       

Por Hugo Castillo Mesino


Desde que tenemos uso de razón aspiramos a ser felices y hacemos de cada aspiración una apuesta y así nos pasa el tiempo. Cuando asistimos a la jornada escolar, nos graduamos, no siempre, nos enamoramos, crecemos, laboramos y luego vivimos en pareja a veces sí a veces no, esperando la anhelada felicidad mientras el tiempo continua y seguimos inmerso en él y al final nos preguntamos:  ¿por qué no pude ser feliz? Logramos responder esa aventura, ¿será que no alcanzamos a disfrutar cada momento vivido aspirando que al final del camino nos encontremos con la verdadera felicidad? Al no darnos cuenta de que “la felicidad es un fin en sí mismo”  nos quedamos esperando el mañana y no viviendo el hoy y el ahora.  No es tarde para reflexionar que la felicidad es un estado de ánimo, bajo las circunstancias que uno decida cuando se logra pensar que uno es lo que no es y no es lo que es.

La felicidad puede ser un anhelo como proyecto de inconformismo en razón a que de los que se nos ofrece nada puede bastar. Es aun lo que los políticos no se atreven a prometer en nuestro días, es tan compleja que somos incompatibles con ella, es aquello que brilla donde yo no estoy, o aun no estoy o ya no estoy o tal vez para ser feliz tendría que quitarme yo y, sin embargo, es el yo el que quiere ser feliz aunque no se atreve a proclamarlo a gritos por calles y carreras aunque finja resignación o acomodo a la simple supervivencia. Ser feliz, de pronto, es una ingenuidad o una cursilería, porque para ser feliz, así sea por segundos, es suficiente que en tu nave interior viajes por todos los lugares pensados y vistos en ese mundo paradisiaco donde no cabe más nadie que la imaginación y el deseo que nos dice que para ser feliz no requerimos del otro ni de la otra sino de nosotros mismos; lo que nos permite definir que para el logro de la felicidad se requiere una buena dosis de ética.

Por tanto, la felicidad no es un convenio y no depende de la transmisión de fuerzas o sentimientos externos. Es mi felicidad como gozo o satisfacción espiritual que los demás no podrán comprender si no se atreven por conseguir esos momentos, los cuales son imposibles mientras te limitas a pensar y a estudiar lo que vive el otro y pasas desapercibido de tu propia realidad, llegando al extremo de preguntarle al otro “¿y cómo haces tú para ser feliz?”.  Se les olvida que no logran vivir por negarse y atreverse a navegar en esa nave interior que lo lleva a mundos extraños en que cada uno de nosotros logra imaginar, crear, sentir y vivir.

Un día de estos en el trajinar, un amigo al saludarme manifestó: “mi vida ha cambiado al tener una vivienda confortada, mis hijos han crecido y estudian, permuté mi lugar de trabajo y hoy vivo en la gran ciudad; es más, estoy para publicar mi trabajo de postgrado y lo único que me falta es comprar un vehículo para ser feliz”; me asombré y la respuesta que afloró fue: “te regalo el mío”; lo que me permite deducir que la felicidad no se representa por las “cosas”. Ser cosa significa cierre sobre sí mismo, opacidad interior, ser cosa es ser objeto; mientras que ser hombre o mujer es ser sujeto o sea abrirse y buscar la asimilación de lo no idéntico, es buscar la identidad que es la que  no tiene el amigo a quien le corresponde decolar, volar y aterrizar y en simultánea vivir en su nave interior en otros mundos imaginarios pintados con acuarela de alegría lo nunca imaginado, soñando despierto por desintoxicar su mente para lograr ser lo que no es y es.

Las ideas no se forman en zonas de confort sino en el rigor y la exploración de aquellos espacios que te hacen “ser feliz”, así sea por segundos. Tú eres el único causante que actuando contra ti mismo sin fijarte en el mundo exterior puedes complacer tus deseos, diseñar tus aventuras, hacer lo que quieras, romper esos moldes que te esclavizan y aprovechar esos escasos minutos u horas, no importa que para los demás no exista o no reciba esa significación. Es más fácil llegar a prescindir de la felicidad futura que de la pasada, esta es más íntima más necesaria. Asi ocurre desde el principio, es algo que puede observarse en los niños pese a que estos son más profesionales de la ilusión. No es cierto que el tiempo se lleve la dicha, pues nos trae su nostalgia que es la única forma que tenemos de conocerla; tenemos que recrear la memoria, la felicidad es como un pozo de beatitud en el que nada ocurre y nada falta, un espacio en blanco pero de un blanco brillante.

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
SABADO 31 DE DICIEMBRE 2016
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