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LA PRECARIEDAD DE LA POLITICA

LA PRECARIEDAD DE LA POLITICA
       

Por Hugo Castillo Mesino

Siempre hemos pensado que los intelectuales que aparecen en público colectivamente son más relevantes que aquellos que desde su sillón plantean “posibles” soluciones. Nuestra era está plagada y obsesionada por el compulsivo consumo, la búsqueda de atención permanente, el exhibicionismo, el sensacionalismo. Es aquí donde el intelectual individual apenas puede evitar hundirse en el olvido si no se transforma en víctima o se hace celebre. Vivimos en un mundo donde predomina la práctica burocrática, donde los intelectuales anticuados o anteriores a la cibernética o a Facebook corren el peligro de quedar en los márgenes de la política pública. Si quieres hacerte sentir tienes que buscar espacios de expresión pública, así podrás hacerte ver y escuchar a través de las novedades de la comunicación e informática o de los diversos programas que difunden los medios de comunicación y las redes. Ahora si aspiras a conformar y contribuir con nuevos movimientos sociales no puedes rescindir de la era cibernética; dado que el convencionalismo mediático queda rezagado.

Hoy en día nos acercamos suavemente a una fase de la vida política en la que el principal rival de un partido político no será otro partido político de corte o ideología distinta, sino una organización no gubernamental influyente o un movimiento social. Vivimos en una época de obsesión por el poder y este se manifiesta como un potencial y una fuerza económica, pero la lógica sigue siendo la misma porque la cuestión reside en la transversión del “pienso, luego existo” en “compro, luego existo”. Lo que sigue prevaleciendo en nuestro país y en otras esferas es que la democracia es relevante cuando se tiene poder, eso inclusive te absuelve de no respetar la política y la sensibilidad moral o de no comprometerte con las libertades civiles y derechos humanos; lo determinante para las élites mafiosas es la disciplina financiera y su precariedad política. Entonces el país debe ajustarse al comportamiento económico de los otros países que dicen ser democráticos, solo por  conveniencia; que contrasentido.

Podíamos preguntarnos: ¿la tecnología ha superado la política? La respuesta que surge es que, los mensajes o la información que enviamos a los receptores o sujetos sociales están condenados a perecer sin haber hecho testamento; en el campo de la producción y distribución de noticias y opiniones los expropiadores pueden ser expropiados, más exactamente. ¿Acaso la tecnología entonces inexistente, pero hoy común y fácilmente accesible, augura la expropiación de los expropiadores? El medio es realmente el mensaje, y el mensaje de los medios digitales es el “descenso de la cortina de la información” y el descubrimiento de un nuevo paisaje para el poder de la gente y los derechos humanos universales. Las redes sociales ofrecen una forma más barata, rápida y rigurosa de identificar y localizar a los disidentes actuales o potenciales que cualquier otro instrumento de vigilancia. Tal como retoma Zygmunt Bauman en su libro “Ceguera moral” a David Lyon quien describe y trata de demostrar en su estudio cuando afirma “la vigilancia a través de las redes sociales es mucho más eficaz gracias a la cooperación de sus víctimas”. Vivimos en una sociedad condicional que fomenta auto exposición como la prueba de existencia social primordial y más fácilmente accesible, así como la más potente y la única realmente competente. Cada día observamos millones de usuarios en Facebook compitiendo unos con otros para revelar y poner a disposición pública los aspectos más íntimos, y de otro modo inaccesible, de su identidad, sus conexiones sociales, sus pensamientos, sus sentimientos y sus actividades sociales; llegando al extremo de atentar contra sí mismo por la peligrosidad de revelar situaciones a quienes no conocen.

Las redes sociales son lugares donde la vigilancia es voluntaria y autoinflingida, regulada por agencias especializadas que practican el espionaje y la detección. En cuanto a la informática digital, se aduce que Internet ha ofrecido dosis de entrenamiento tan barata y tan fácilmente accesible que se han hecho considerablemente más difíciles de quienes viven bajo el autoritarismo y se preocupan por la política. Es decir, a menos que la política se recicle en otra excitante variedad de entretenimiento que despliegue alharaca, pero sea cómodamente ineficaz, segura e inocua; algo practicado por la nueva generación de sofactivistas que creen que hacer clic en una petición de Facebook cuenta como acto político y así derrochar sus energías en miles de distracciones, todas ellas pensadas para el consumo instantáneo y de un solo uso, cuyo supremo productor y suministrador diario es Internet.

Enfatizamos que se trata de una viejísima historia que volvemos a contar: las hachas pueden usarse para cortar madera o cortar cabezas. La decisión no es de la hacha sino de quienes la usan. Al hacha no le importa lo que elija quien la sostiene. Independientemente de lo afilada que este, la tecnología en sí misma “no hará avanzar la democracia y los derechos humanos” para nosotros y en lugar de nosotros… El poder de la política avanza por separado y su divorcio merodea a la vuelta de la esquina. Concluye expresandolo Bauman.


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 8 DE ENERO 2017
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