El carnaval sin fin ni fin
Por Hugo Castillo Mesino
Se
vive y se sienten las brisas decembrinas en febrero; matizadas con olor sabor y
color de carnaval desde la lectura del bando con la diversidad anímica de miles
de barranquilleros, foráneos y extranjeros que se apostan a lo largo y ancho
para vibrar al son de la guacherna con el canto legendario de Esthercita Forero
y el revivir de uno de los himnos del carnaval “Te Olvide”. Hablar de carnaval
es entrarse en el mundo artístico de Samuel D.Tcherassi denominado “Carnaval de
Barranquilla” a través de sus descripciones fotográficas plasmadas en su obra a
todo color con disfraces individuales, colectivos, danzas, comparsas, letanías,
bailes y agrupaciones musicales que sirven de estímulo y de ambientación a los
actores del carnaval. El Congo Grande que solo subsiste en el carnaval de
Barranquilla a pesar de su metamorfosis; la Danza del Garabato que representa
la lucha entre la vida y la muerte con su ganchua, mientras la muerte ríe, goza
y baila pero esta es derrotada por el caporal de la cuadrilla que le sigue el
juego venciendo el mal; las marimondas alegóricas al perrateo con su pito de
pea-pea acompañadas por papayeras con porros y fandangos.
A este
mundo mágico pluridiverso como el carnaval con sus manifestaciones culturales,
ingredientes folclóricos, cuando siguen vivas las “Letanías” o ingredientes de
rezo, coro satírico irónico y humorístico que describe cualquier situación
humana, no dejando títere con cabeza. La fauna con la presencia del Toro, el Tigre
y el Burro se han extinguido cuando en tiempos pasados se le hacía tributo por
su fuerza y bravura; el Monocuco con su capuchón que escondía la infidelidad o
no sé qué misterio tal vez huyéndole a la hembra o al macho o el macho a la
hembra para no ser detectado; la imaginación en el “Imperio de las aves”
buscaba el equilibrio ecológico y en su afán cada pájaro recitaba sus versos
como canto de libertad ante la adversidad de los humanos; el sabor de Mingo
Martinez “El Cura Parrandero” que en vez de ofrecer vino y bendiciones repartía
ron y otras señales e insinuaciones no tan santas; las danzas representadas en “Congós
y Gallinazos” persiguiendo la presa de sus encantos; el Hombre sin Cabeza quien
sostiene en una de sus manos, con machete a bordo encarna la violencia entre
los partidos políticos, donde los matones de la época bastante parecido a los
de ahora, asesinaban a sus opositores imprimiéndoles el corte de franela; el
legendario “Drácula” un vampiro humano con su larga capa negra se paseaba por
los grandes desfiles asustando a la multitud y a la niñez que terminaba soñando
con el personaje; los “Diablos Arlequines” con lenguas de candela y su dios de
las tinieblas y las danzas afrocolombianas remontándose a su madre África.
Los
disfraces individuales seguían expresándose en el “Indio Pielroja” como símbolo
de dignidad de su etnia; sumándose a ello Las “Farotas” quienes rememoraban el
triunfo de la dignidad indígena sobre el atropello y los vejámenes de los
invasores europeos. Estos se disfrazaban de mujeres con atuendos de españoles y
se internaban en el bosque, luego apuñalaban a sus verdugos; las “Negras Puloy”
hacen alusión a las Palenqueras, su nombre se inspiró en un producto químico;
el “Mohicano Dorado” alegórico a las castas valientes indígenas que ante la
actitud depredadora del hombre quedo reducida a la imaginación; EL Toro Grande,
El Gorila son una reminiscencia de la antigua y poblada fauna por la que el
hombre siempre guardo respeto y admiración.
Los
bailes alusivos como el “Cumbion de Oro” donde se expresa al galanteo, el
hombre saca a la mujer desplazándose con el talón derecho, tratando de
seducirla mientras ella aparecía flotando en sentido contrario a las manecillas
del reloj; el carnaval se expresa como un manicomio cuerdo lo cual nos hace
recordar a “La Loca” personaje que en la multitud sobresalía por su estatura y
sus cachivaches, potes y cajas que arrastraba, gesticulando lanzar piedras o un
aguijarro a quien la tratara de loca; la popular “María Moñitos” quien lanzaba
besos a los hombres ante los celos despiadados de las mujeres quienes la
miraban con desconcierto; Cantinflas, el comediante donde su hilaridad, peso,
movimiento, bigotes y pantalones a la cadera imitaban al “Cantinflas mexicano”;
El Notario que llevaba el testamento de Joselito; la Danza del Paloteo que
simboliza el enfrentamiento de las naciones; el Gallo Giro hermoso y colorido
disfraz; la Cumbia Soledeña con caña, millo, maracas, tambores hembra y macho;
las Bandas de viento que interpretaban porros, gaita, fandangos con trompetas,
clarinetes, saxofón e instrumentos de percusión; los Teatreros con su disfraz
de boda; el Niño Sano tan viejo que hace popó; el Caballero de la Paz que
plantea problemas que aquejan a todos; la Barriga de Trapo y el Macho Man. Son
tantas las manifestaciones carnestolenticas que nos corresponde enumerar en
medio de un “carnaval sin fin ni fin” ante la sombra cultural de un pasado con
vestigios.
PUBLICADO
EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
MARTES 28 DE FEBRERO 2017
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