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EPISTEMICIDIO A LA LIBRE EXPRESIÓN

EPISTEMICIDIO A LA LIBRE EXPRESIÓN


Por Hugo Castillo Mesino

Comentar, escribir, teatralizar produce miedo y hasta la muerte a la libre expresión; por el contrario, a estas circunstancias tenemos que seguir llenándonos de valor y acabar con ciertas perversiones que se convierten en pecado mortal para los inquisidores y apostadores de la antidemocracia en nuestro país, quienes poseídos  de un fanatismo ciego y apasionado, impulsado por opiniones tendenciosas y fascistas, no se conforman con haber gobernado por ocho años con estadísticas que solo reflejan muerte, desolación, desplazamientos y el recorte sistemático de derechos sociales, laborales y la pérdida acrecentada del valor adquisitivo. Esta situación vergonzosa y despiadada al Senador Álvaro Uribe no le produce remordimiento alguno, ni lo trasnocha sino que arguciamente se alimenta de un goce y consuelo espiritual con una alta dosis de hilaridad, atropellando y difamando a quienes le son diferentes y lo controvierten, tomándolos como insumos acorde con su modelo de percepción diseñado para el trabajo político que moldea en función de su estructura partidista.

¿Cómo se explica que diariamente la ciudadanía tenga que atragantarse con noticias e informaciones que incitan al odio y a la violencia por parte del Senador y de algunos de sus seguidores educados en la misma escuela y con la misma patología, descalificando, calumniando y desdibujando a periodistas, académicos, intelectuales, activistas y dirigentes políticos solo por diferir y tener una visión de mundo y sociedad democrática hostil a la que tienen predeterminada?  El Senador, sin ningún tipo de pudor ni arrepentimiento, unas veces defiende posturas simplemente absurdas, otras lleva a cabo acciones ridículas y otras crueles, apoyado en teorías de una conspiración perversa que es difundida por la gran mayoría de los medios de comunicación sin ningún tipo de resistencia. El Senador esta alimentado de odio histórico para amedrantar, denunciar y estigmatizar, arrebatar espacios, ofender, atacar y usar su lengua incontrolable. Este tipo de doctrinas, filosóficas y sociológicas se sustentan en un mecanismo iliberal de inclusión y exclusión arbitrarias y preconcebidas.

Desde tiempos inmemoriales se coarta la libertad de expresión en este país, calificándose la profesión del periodismo como enemiga del statu quo o de las posiciones conservadoras de gobernantes y de políticos que quieren perpetuarse en el poder y cuando se les cuestiona por sus desfases y enfoques ideológicos se lanzan en ristre con todo tipo de epítetos y calificativos, como lo hicieron contra Jaime Garzón, Daniel Coronell, León Valencia y otros. Ahora el Senador Álvaro Uribe, una vez  más en su despropósito, señala al periodista Daniel Samper Ospina como un “violador de niños”, solo por cuestionar sus desaciertos políticos, su corrupción, las perversas intenciones contra el Proceso de Paz, etc., cambiando su estrategia del discurso manido y acabado de “terroristas” y “castrochavistas”.

Retomando a Carolin Emcke en su obra “Contra el odio”, al plantear que el fanatismo interpretado muy bien es un dogmatismo y que éste es univoco,  lo cual guarda coherencia objetiva con el comportamiento que utiliza el exmandatario Álvaro Uribe que es consciente de que sus seguidores necesitan de una doctrina pura que les hable de un pueblo homogéneo, una religión verdadera, una tradición original, una familia natural y una cultura auténtica, con códigos y consignas que no permitan ningún tipo de objeción, ambigüedad o ambivalencia al estilo del exprocurador Ordoñez; de esa forma ejercitan sus campañas y promueven sus candidaturas.

Es absurdo que los sectores democráticos o progresistas sigan enfrentando a los fanáticos con fanatismos, a los que odian con odio. La antidemocracia solo se puede combatir con la vida democrática y con los instrumentos del Estado de Derecho. En esta lid política los sectores demócratas y progresistas que buscan la Unidad deben tener claro que la crítica y resistencia frente al odio y el desprecio a los que ostentan el poder y a los enemigos de la paz siempre deberían dirigirse contra las estructuras y las condiciones que lo hacen posible; es necesario seguir cultivando una cultura de la duda ilustrada y de la ironía como géneros del pensamiento que los fanáticos y dogmáticos rechazan.

Las cadenas asociativas repetidas constantemente se convierten por acumulación en supuestas certezas que se acentúan en forma de determinadas representaciones por parte de los medios de comunicación y de los sectores políticos de la ultraderecha que aspiran a que la ciudadanía  niegue a  los sectores democráticos y progresistas como una alternativa política en nuestro país. Emulando a Albrecht Koschorke en “Verdad e Invención”, los esquemas de odio van asociados a determinados grupos o individuos con propiedades para estigmatizar y dogmatizar; tal como lo hicieron en el plebiscito la ultraderecha y pretenden ponerlo en práctica en las próximas elecciones corporativas y presidenciales, no cansándose en señalar a sus opositores como: moralmente corruptos, desleales, promiscuos, falsos, agresivos, enfermos, pervertidos, impíos, infames, degenerados, asociales, antipatriotas, sospechosos de terrorismo, delincuentes, manipuladores, codiciosos; convenciendo de esta forma a sus partidarios. Alzarse contra el odio y encontrarse en un nosotros para hablar y actuar sería una forma valiente, constructiva y sutil del poder.

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

DOMINGO 23 DE JULIO 2017

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