Por Hugo Castillo Mesino
Pensar que, cuando las emociones están por delante es porque la razón está de vacaciones y nos conducen a soslayar nuestras actuaciones. Al compartir la posición de Daniel Goleman en su libro “La inteligencia emocional” cuando afirma que “en nuestro repertorio emocional, cada emoción juega un papel importante… con nuevos métodos para explorar el cuerpo y el cerebro”, infiero que cada emoción prepara al organismo para una clase distinta de respuesta. El uribismo se ha especializado en el manejo de este método que no es más que su concepción política estratégica implementada en el Plebiscito y ahora en gestación con motivos de las elecciones presidenciales del 2018 en correspondencia con los nuevos contextos políticos a atacar y tratar de desprestigiar con fines maquiavélicos a quienes los adversan alternativamente, para que sus seguidores o consumistas electores, seducidos por una buena dosis de sicología afectiva, reproduzcan al unisonó las mentiras diseñadas que de tanto repetir se conviertan en verdades.
Es preocupante como las emociones y pasiones enseñadas por el uribismo a sus seguidores le sirven de insumos para adoctrinar y aplastar la razón a través de impulsos activados por sus agentes y dirigentes de todos los sectores que lo conforman y de sus aliados. Observamos cómo algunos pastores comprometidos en sus prédicas vociferan denigrando y calumniando a quienes no hacen parte de su sector político, e inclusive, tildándolos de diabólicos; a través de variables matriciales de opinión como la ira, que les permite aumentar la adrenalina y el ritmo cardiaco para desarrollar sus campañas dotadas de acciones enérgicas y vigorosas que le es fácil multiplicarlas a sus seguidores en los espacios cotidianos de su peregrinaje político religioso, donde aprovechan a los incautos con mensajes y opiniones para desbastar a sus adversarios. Es cierto que el Uribismo en su accionar tiene cuadros “políticos representativos especializados” en estratagemas para sindicar a los candidatos presidenciales diferentes a su organización de castrochavistas, terroristas y proclives defensores de la ideología de género, solo con el proposito mal oliente de seguir confundiendo a los electores, tal cual como se expresó y se desinformó a los electores en el pasado plebiscito.
Otra variable utilizada por el uribismo en su matriz de opinión es la política del miedo, propagada en sus discursos e intervenciones, buscando en sus seguidores que la sangre vierta a el cerebro y el cuerpo; creando una sensación de rechazo a cualquier idea o propuesta que provenga de movimientos o partidos políticos diferentes y esto suele suceder con notoriedad al comparar la situación del pueblo venezolano con el nuestro, olvidándose que las circunstancias políticas y los contextos son completamente desiguales, además de entrometerse en los asuntos internos de otra Nación, violando la libre auto determinación de los pueblos. Otra expresión matricial del uribismo de la cual saca provecho es el “disgusto de la gente” como producto de la política social del gobierno de Juan Manuel Santos y de su antecesor, tildándolo de castrochavistas, negando su condición de oligarca cuando fue alimentado y postulado en el seno del partido que regentaba para ese entonces el expresidente Álvaro Uribe Vélez, hoy senador del Centro Democrático.
Ahora bien el entramado orquestado por el uribismo en sus aspiraciones presidenciales tiene en su hipotética coalición candidatos como Alejandro Ordoñez, quien no descansa en confundir el enfoque de género con la ideología de género; solo para plasmar su ortodoxia conservadora, falangista, xenofóbica e inquisidora y golpear a quienes no comparten sus planteamientos e ideología; a esto se suma Marta Lucia Ramírez quien enfila baterías en contra del Proceso de Paz y de paso comulga en ese mismo escenario las visiones de Ordoñez. Otra apuestas presidencial uribista es Paloma Valencia, quien encarna en sus intervenciones los ancestros políticos del nefasto pasado familiar retrogrado que marco represión y desosiego en nuestra patria, quien actua como una muestra más de compatibilidad política con los postulados uribistas, que no son más que los sellos guerreristas de la ultraderecha en su condición afianzada de enemigos de la Paz. El actor central en el manejo de estas emociones políticas es Álvaro Uribe Vélez y sus acólitos que empezaron a cuestionar a la actual coalición representada por Jorge Robledo, Sergio Fajardo y Claudia López; señalándolos a los dos últimos de ser proclive al terrorismo, al castrochavismo; lógicamente para después enfilársela al aspirante presidencial del Polo Democrático Alternativo. Podemos afirmar que el uribismo tiene diseñada su matriz de opinión y sus aliados no escapan a reproducirla como estrategia rentable utilizada en el Plebiscito, donde predominó la ira, el odio, el miedo, el disgusto y la tristeza para manejar las emociones de los electores. Ahora estamos ante la razón y en un desgaste del uribismo sumergido en la corrupción al igual que el vargallerismo. Lo que le corresponde a los sectores alternativos y progresistas es seguir buscando los caminos de unidad en la dinámica programática y en la movilidad social para incrementar la votación como instrumento de poder, al servicio de la ciudadanía.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 08 DE OCTUBRE DE 2017
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