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DINOSAURIOS EN CARNAVAL

DINOSAURIOS EN CARNAVAL




 Por Hugo Castillo Mesino

Es de humanos recordar en esta temporada a la guapachosa Celia Cruz con su canción “La vida es un carnaval” y, por qué no, también “Tres días de carnaval”. Lo que nos invita a comprender el carnaval como los momentos presentes a ser asumidos con intensidad y plenitud en el disfrute y goce del hecho de existir; donde los espíritus vibran y vuelan al son de la música y los corazones se abren en latidos como insumos de tambores en que la percusión marca los pasos de la alegría y el festín. Y en ese afán, el calendario se marca con eventos trascendentales que nacen desde La Guacherna, La Batalla de Flores y la muerte festiva de Joselito Carnaval, que van más allá de los tres días de carnaval, de los que en su musicalidad la “Guarachera de Cuba” nos invita a seguir bailando.

Ahora, el Carnaval de Curramba reviste diferentes facetas que van desde lo autóctono y lo simbólico del folclor con todas sus manifestaciones hasta quienes portan sus verdaderas máscaras cotidianas en disfraces para esconder su naturaleza constituyéndose en dinosaurios políticos; no hay más que verlos en los eventos de carnaval con sus comitivas en los palcos de la Vía 40 y en otros escenarios simulando ser los adalides para los grandes problemas que padece nuestro país y concretamente el departamento del Atlántico; pero, en el fondo ¿quiénes son ellos?, aspirantes a corporaciones públicas, los mismos con las mismas, y candidatos presidenciales disfrazados de ovejas que aprovechan el jolgorio popular para pretender cautivar el rebaño ciudadano.

Una de las condiciones básicas para pensar es buscar la forma de liarnos con lo complejo de las situaciones que a diario abordamos como faceta de aporte a las temáticas argumentadas y contraargumentadas, y ante ello es válido formular la pregunta: ¿La política es al carnaval como el carnaval es a la política? Es factible que lo interrogado sea una aseveración o puede que no lo sea; para ello, es importante que en la condición de lector nos apoyemos en la concepción de lo que es verdaderamente un “dinosaurio político”: término utilizado para describir a políticos corruptos de vieja y “nueva” guardia, sujetos fieles a sí mismos hasta el extremo, donde todo cambia a su alrededor, la política, las alianzas, los protagonistas, pero él nunca está dispuesto a cambiar, es incapaz de renovarse, y sigue haciendo su ejercicio político con las mismas triquiñuelas, trapisondas, marimondas del tamal o pastel, de la beca, del cemento, del formulario de empleador y del circulante garciamarquiano de cincuenta mil, para perpetuarse en el infinitun del tiempo político y como en la película de “La estrategia del caracol”, dándole la vuelta cada cuatro años a esta fórmula como parodiando un eterno retorno.

La política es al carnaval dado que los dinosaurios se divierten contigo, se metamorfean, disfrazando sus propuestas, se vuelven supersociales, los encuentras en los escenarios como productos en exhibición en vitrinas de centro comercial; son histriónicos para demostrar atributos cuando de bailar y actuar se trata, joviales, atentos; es más, llegan hasta llorar a Joselito Carnaval. El carnaval es a la política porque hay de todo y para todo, en él los candidatos danzan al ritmo de lo que mejor les conviene, organizan desfiles con sus capitanes y comitivas para arrastrar los votos a como dé lugar; se pintan la cara para esconder las maldades de gobierno y la indecencia con la ciudadanía, hasta el colmo de reírse a mandíbula batiente cuando un parroquiano lo cuestiona reclamándole lo corrupto de su actuar; cambian de disfraz al igual como lo hacen con los partidos de su procedencia, al tiempo que dan su autógrafo como si estuvieran recogiendo firmas para su inscripción. Verbigracia, el candidato presidencial del coscorrón y el otro que defiende la “honorabilidad” de quien por ocho años gobernó amenazando con “darle por la cara” a sus contradictores y pretende volver a hacerlo en cuerpo ajeno. Es reflexivo y aceptado el decir que lo imposible cabe dentro de lo posible; pero, para el caso que nos ocupa es imposible que la democracia funcione aceptablemente con estas especies politiqueras denominadas “dinosaurios” que se resisten a extinguir, que sobreviven a las olas invernales, a las granizadas de la corrupción, a los veranos de todo tipo y a cuanta tormenta política se desata. Esto solo puede explicarse por el dominio burocrático de los aparatos de sus respectivos partidos.

Aspiro que todo final sea feliz, como anhelo del Carnaval de Barranquilla y del Atlántico, sin olvidar que la seguridad ciudadana humanizada debe estar por encima de todas las circunstancias y de las demandas sociales como requerimiento a la ciudadanía. Ojalá tantas vallas publicitarias de candidatos en la presente coyuntura electoral que han comenzado por invadir los espacios de la ciudad se convirtieran en pedagogía ciudadana y no en la justificación desmesurada de las inversiones en las diferentes campañas electorales de los mismos con las mismas.


DOMINGO 11 DE FEBRERO DE 2018
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