LA DECENCIA DE UN CANDIDATO
Por Hugo Castillo Mesino
Lo que debe caracterizar
al ser humano es la forma de comunicarse y la manera de cómo tratar a sus
semejantes, indistintamente de las diferentes posiciones que asuman al pensar,
ubicación social, profesión, etc. A todos estos calificativos o atributos,
Sergio Fajardo, en su condición de candidato presidencial, en su obra titulada
“El poder de la decencia”, manifiesta con naturalidad que contó con el
privilegio de crecer sin presiones, con unos padres que lo motivaron y lo
orientaron para vencer los obstáculos y obtener una educación de alto nivel que
lo formó para expresarse libremente y visionar con humanismo los problemas más
sentidos de la gente. Manifiesta Fajardo que, el haber aprendido rodeado de
libros de buenos profesores y de estudiar lo que quiso, no se cansa de repetir
de haber sido un privilegiado, no le hace olvidar que hay muchísimas personas
que salen de su casa, miran al frente y no ven más que un muro gigantesco que
les impide avanzar, el muro de la desigualdad, recalcando que con la educación
como equipaje cualquiera puede transitar y develar que cerca de nosotros o aun
distante tenemos un mundo de posibilidades.
Fajardo, al igual que
otros destacados personajes, ha estado siempre rodeado de dirigentes con los
cuales ha compartido como Gerardo Molina e inclusive con Antonio Navarro Wolf
cuando se dio el relevo de Carlos Pizarro en la candidatura presidencial, y
señala con grandeza que para aquel entonces voto por Navarro Wolf, en 1990. Su
trabajo político siempre ha sido visionando las organizaciones comunitarias,
los académicos, la cultura, las empresas, los artistas y, como buen matemático,
pudo analizar el espacio que ocupa cada uno de ellos buscando por todos los
caminos un lenguaje que los conecte, ese lenguaje no es más que sus propuestas
programáticas en su condición de aspirante a la presidencia de la República.
Fajardo suele no darle
mayor importancia a las ideologías pero si a los principios y señala que estos
son los elementos que determinan como entender la política, enfatizando que la
ideología rigoriza las discusiones. Ante la situación que vivimos los
ciudadanos manifiesta que: “No hay ninguna idea política que justifique el uso
de la violencia”. Esto denota ser un hombre amante de la paz, respetuoso del
otro e invita a los colombianos a que no caigan en la polarización que fuerzas
de ultraderecha tienden a llevar al país para sacarle provecho a esta
estrategia manida con el fin de seguir convenciendo a los electores como pasó
en el Plebiscito.
Llama Fajardo al pueblo
colombiano a no caer en la estrategia que nos divide entre derecha e izquierda,
tal cual como sucedió en el Plebiscito, donde nos convirtieron automáticamente
en guerrilleros, en socios de las FARC y, según su lógica, nos señalan como
proclives a convertir a Colombia en otra Venezuela; semejante barbaridad que
repite el candidato títere del Uribismo.
Sergio Fajardo insiste en
que durante mucho tiempo a los colombianos nos han hecho creer que el problema
de la corrupción es un asunto de manzanas podridas en las regiones, pero ha
quedado claro que es un problema sistémico y que surge en el poder central.
Para ello se requiere de un buen padrino posicionado en la toma de decisiones para
ser viable la corrupción en las regiones. Es cierto que la mayoría de las
personas que han ocupado altos cargos de responsabilidad, o sea, quienes han
conducido al país, y coincidencialmente son candidatos a la presidencia, han
hecho parte de los dos mandatos de Uribe y Santos, quienes se adversan; pero, a
la vez, dimensionan que si alguno de los dos candidatos alternativos y
progresistas logran pasar la primera vuelta en la campaña presidencial, estos
dos personajes de marras se unen con el fin de no perder el poder y seguir degustándolo.
Lo que se devela en el “El
poder de la decencia” de Sergio Fajardo es el rechazo profundo a los que creen
que la polarización es una excelente estrategia política que produce réditos
electorales; posición en la que difiere cuando plantea que a Colombia hay que
cuidarla. Más allá de esas emociones que se expresan con la supuesta valentía
de la agresión y del insulto, necesitamos una Colombia donde aprendamos a ser
diferentes sin convertirnos en enemigos; una Colombia serena, sabia donde
podamos sanar todas las heridas acumuladas para ponernos objetivos comunes y
trabajar juntos, donde podamos utilizar nuestras capacidades y talentos.
Necesitamos un proyecto de transformación ciudadana que nos permita construir
un proyecto de Nación. Solo así se puede construir una sociedad justa,
autónoma, libre, empoderada, en la cual no se hable de dádivas sino de
oportunidades. Estas lineas sobre la decencia de un candidato a la presidencia
de la República como es Sergio destacan su perfil, visión política y un ejemplo
digno de la academia, de la ciencia, con resultados de gobierno óptimos que están
al alcance de todos los colombianos.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 25 DE MARZO DE 2018
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