DEMOCRACIA SIN DEMOCRACIA
Por Hugo Castillo Mesino
La
democracia para concebirla tiene muchas acepciones acorde con los intereses que
se inscriben en ella; pero, que a la vez desfiguran su concepción histórica-filosófica.
Dado que el mundo y las sociedades inherentes se manifiestan con aproximaciones
y distancias, me atrevo a afirmar que la democracia es la antesala de la
ciencia, por tanto para su comprensión es necesario definir cuál es el problema
planteado actualmente en los diferentes sistemas de gobiernos en América Latina
y, particularmente, en Colombia; cuál es el problema central que nos asiste:
sus concepciones teóricas, políticas y filosóficas, las hipótesis y variables
que hacen parte de él, las estadísticas y mediciones sociales y económicas de
la Nación, los factores implicados, los múltiples retos y resultados de estas
sociedades con sus gobiernos, la coyuntura actual donde la derecha como un
tsunami político aspira a devorar con sus estratagemas y disfraces todo lo que
perturbe sus intereses oligárquicos con dominios regionales y locales; a lo
cual no escapa nuestro país en el terreno de los debates y perspectivas
electorales en época de cambios ante más de dos siglos de dominios de las élites
criollas, sus partidos tradicionales y sus derivados encubiertos en fachadas
representativas de los clanes y carteles familiares que han usufructuado y
saqueado al país, fieles especímenes de la ola más alta de corruptela
investigada, encarcelada y fugada del país.
Cuando
observamos analíticamente el acontecer político reciente en nuestro continente
americano puede deducirse cómo existe un proceso de consolidación de lo que
podría denominarse de “restauración conservadora” impulsada por la derecha
oligárquica después de un breve periodo de ejercicio de gobiernos
postneoliberales de talante progresistas y fortalecida ofensivamente con el
triunfo de Donald Trump en Estados Unidos que retoma el nefasto esquema de
“América para los americanos”, en el entendido que América no es más que los
intereses geopolíticos y el patio trasero de las grandes corporaciones del país
del norte. Así, este presupuesto genera una concepción de la democracia
coherente con la percepción y revitalización de estos intereses, asumidos por
las oligocracias locales, que en su propósito determinante actúan cada vez más
en forma desvergonzada y sin escrúpulos en aras de retomar o retener el control
de los gobiernos. En este contexto se explican diferentes sucesos en que los
partidos y fuerzas retardatarias asumen a todo costo un falso liderazgo
combinado con el impulso de una política represiva, despótica y de promoción
del miedo como mecanismo de control social con la anuencia de una “comunidad
internacional” igualmente controlada y diezmada por estos mismos sectores
políticos globalizados.
Ya no es extraño las acciones abiertas, arremetidas y
justificadas con descaro contra las fuerzas y sectores sociales y políticos
alternativos, como si fueran acciones naturales de preservación de la
“democracia”: el patente y patético fraude electoral cometido en Honduras en
vivo y en directo ante los ojos del mundo, que tiene su precedente en el fraude
electoral en México en las elecciones anteriores contra López Obrador; la
aniquilación sistemática contra Lula en Brasil, juzgado sin pruebas y sin
garantías procesales, con la clara intención de evitar su triunfo previsible en
las elecciones presidenciales próximas, acción nefasta precedida por la
destitución presidencial de Dilma Rousseff; los permanentes saboteos a la
gestión gubernamental de Evo Morales en Bolivia, muy a pesar de ser reconocida
por indicadores internacionales; la implementación salvaje y devoradora del
bienestar social y de los derechos humanos en la Argentina y Chile de hoy.
Indudablemente
en Colombia la derecha oligárquica hace parte de este espectro político que
recorre nuestro continente y gran parte del mundo, y en medio de la coyuntura
electoral presidencial despliega todas sus armas para consolidar el ejercicio
de su poder, ya sea a través de una de sus “variantes”: o la derecha light de
Vargas Lleras o la extrema de Duque-Uribe, fundamentando su accionar en la
generación del miedo entre los colombianos y la deslegitimación visceral del
Proceso de Paz y de las fuerzas políticas alternativas y progresistas
representadas por Fajardo y Petro. Cómo se explica que en vísperas de
elecciones un mercenario, J. J. Rendón, que dice ser un especialista de
marketing político sostenga que la izquierda en Colombia no tiene opción para
ganar las elecciones, sobreponiéndose a cualquier circunstancia y afirmando al
candidato de la ultraderecha, al igual que lo hizo en tiempos de Juan Manuel Santos
y de Álvaro Uribe. Lo extraño de esta situación es que la diplomacia colombiana
no intervenga cuando un extranjero se entromete en los asuntos internos de
nuestro país.
Es
cierto sostener que en Colombia tenemos una democracia sin Democracia y que
esta es desconocida por los partidos políticos tradicionales y los emergentes,
cuando a nombre de ella hablan de combatir la corrupción y muchos de sus representantes
están inmersos en el lodazal de ella; es hora de despertar de este letargo y de
enarbolar la frase nerudiana: “Podrán cortar todas las flores, pero no
detendrán la primavera”.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 19 DE ABRIL DE 2018
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