SALUD POÉTICA
Por Hugo Castillo Mesino
Sale del tintero la reflexión: ¿Es necesaria la
medicina para la vida de las especies? La respuesta es no; todas las especies
han sobrevivido a excepción de la especie humana; lo han hecho sin necesidad de
una medicina como teoría y como técnica recurriendo a sus reservas instintivas;
o ¿acaso hemos visto alguna especie como monos, leones, gaviotas, hacer las
veces de facultativos? o se nos atraviesa por la mente qué hubiese sido de
nosotros sin medicinas o alguien que nos preste los primeros auxilios. Nos
asaltan miles de preguntas. Entonces, ¿quiénes nos garantizarían la seguridad
social o acudir al médico? Situación no asimilable a las especies vegetal y
animal que viven su condición natural sin ir al médico por sí mismas y sin
medicina, lo cual va más allá de una fantasía prodigada por la naturaleza; lo
cual no significa que los animales no se enfermen, solo que no pueden luchar
contra la enfermedad más allá de los recursos elementales que se le brinden.
La historia cuenta que algunos animales lamen
las heridas a sus amos y han contribuido a que éstos sanen rápidamente; al
igual que las aves afectadas por otros animales las respuestas las encuentran
en algunos vegetales. Lo cierto, sin nostalgia, es que todos los animales,
vegetales y humanos terminamos muriéndonos desde el primer día que nacimos a
pesar del mundo de la medicina que lo que hace es posponer la muerte. Retomo a
William Ospina en su libro “El taller, el templo y el hogar” cuando nos dice: “La
medicina es ante todo una manera de asumir la condición humana y también lo es
cuando se preocupa por los animales”, porque la naturaleza lucha contra la
muerte y como respuesta llega a poblar el planeta de vida y la medicina solo es
una bendición para una parte de los individuos.
Desde la antigüedad hay un saber médico: un
saber de las especies, plantas, metales, pócimas, virtudes curativas, etc. Es
lo mismo que ha pasado con las ciencias, la filosofía, las artes y otras
disciplinas; éstas actúan de acuerdo al tipo de sociedades. Lo cual es
aprovechado por seres sutiles, avanzados, iluminados, que siempre han estado en
la búsqueda del saber, cerebros inclinados a condensar el pensar, los conocimientos
y a la síntesis. Aunque hay otros que son monstruos del mal, llenos de egoísmo
y potenciados diabólicos. Sin desconocer que cuando mas especializado es un
saber, mayor es el peligro de que se convierta en un poder, de que se convierta
en un privilegio. Al igual que la medicina más sofisticada se convierta en más
costosa y terminan discriminando a la especie humana por ser más accesibles a
unos pocos.
Algunos utopistas piensan que lo que representa
un beneficio vital para los seres humanos debe ser propiedad de toda la
humanidad. Ello determina que no debe pagársele a los inventores, creadores o a
quienes diseñaron ese producto sin reconocer a millones de seres humanos la
posibilidad de que se favorezcan de ese invento. En países como el nuestro
solemos privar a la gente de todo, de educación, dignidad, oportunidades,
empleo, de equilibrio emocional; las abandonamos en manos de la necesidad, de
las incertidumbres, sin pan ni filosofía y después nos indignamos exigiendo
mano firme y reprimimos el descontento de nuestra pobre gente pobre,
castigándolos, calificándolos, reseñándolos como delincuentes; siendo nosotros
los que los parimos, los criamos y los asesinamos.
Cuando recordamos las barbaries de los
conquistadores que arrasaron con poblaciones enteras quemando sus culturas y
sabidurías médicas como fuente de vida y salud de la humanidad, nos damos
cuenta que hoy nos han convertido en consumidores no solo de productos sino de
saberes ya establecidos con métodos únicos y ortodoxias implacables. La
medicina que aspiramos a que impere no es la que solo cura a individuos, sino
la medicina social que crea condiciones de vida más social, una educación más
delicada, más armoniosa, más humana, trabajos más creadores y menos alienantes,
espacios de convivencia, de sensualidad rica, de tolerancia y de comprensión,
que mitiguen las emociones, confieran creatividad, buen humor, que eduquen al
cuerpo, que propicien el deseo de vivir a plenitud.
Yo creo en la salud cuando hago mis lecturas
acuciosas y juego con las palabras convertidas en poesías, mi medicina es la
interpretación del arte vivificador. A veces nos sirve para curar, pero también
nos ayuda a vivir en un mundo más sano mentalmente y más rico efectivamente.
Cada vez que exploras nuevos campos del conocimiento y haces ejercicios
aplicativos espirituales vas a gozar de una mejor salud mental y corporal; no
olvidándote de una buena dosis al leer autores como Walt Whitman que
contribuyan a fortalecer tu disposición de vida y tu viaje mental. Vivir
nuestros deseos, nuestras intuiciones y nuestras fantasías. Estas tres cosas son
elementos claves de la salud de los individuos y de los pueblos.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 8 DE JULIO DE 2018
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