Por Hugo Castillo Mesino
Algunos términos suelen ser familiares, otros
nos llaman la atención por ser novedosos; no obstante, es bueno ejercitar el
cuerpo para que el cerebro procese la acción de pensar. Nuestra intención esta
orientada a adentrarnos a explorar el significado conceptual de procrastinar,
entendida ésta como el acto de dilatar, diferir, postergar o suspender tareas
importantes dejándolas para más adelante. La procrastinación es de sumo cuidado
en función de nuestras actitudes, dado que siempre tenemos la tendencia de
estar midiendo el tiempo sobre las personas, convirtiéndose en una convención
temporal que va conformando un universo en el que interactuamos. Según Graciela
Chiale y Gloria Husmann en su libro “Procrastinación”, la procrastinación suele
tener niveles de gravedad generando frustración y menoscabando la autoestima, provocando
efectos nocivos en la salud emocional y psicológica de las personas, produciendo
fobia social hasta llevarlos a estados depresivos.
A diario observamos personas de diferentes sexos,
edades y niveles sociales que aplazan o postergan sus acciones o responsabilidades
y, cuando estas acciones se convierten en una constante, se produce un
trastorno de comportamiento que puede afectar la calidad de vida interfiriendo
en el rendimiento mismo y en los vínculos afectivos. Esto ocurre cuando no
asumimos lo que debemos hacer y no dedicamos el tiempo que requiere y merece la
tarea, el proyecto, etc. A estos procrastinadores se le suele escuchar: “No
llegue a estudiarlo todo”, “me presento en la próxima convocatoria”, “¿a qué
hora era la cena?”, “no llego”, “hoy estoy muy cansado”, “otro día asistiré”, “no
logré terminar el informe”, “no pude llegar al debate”, etc.
En reiteradas veces escuchamos frases, las
cuales denotan dificultades para cumplir las tareas e informes que tienen fecha
de vencimiento, donde los procrastinadores no asumen el compromiso o lo hacen
por conveniencia o permanecen en su zona de confort. El termino procrastinar o
concepción deforme de vida no es más que un comportamiento asumido con
ingredientes de: ¿Vagancia?, ¿Desidia? ¿Indolencia? ¿Desgano? ¿Pereza? Estas
denominaciones interrogativas convergen en la procrastinación; lo que nos
permite deducir y hacer extensivo el procrastinar como el acto de dilatar,
diferir, suspender de manera constante o sistemática las tareas importantes
dejándola para más adelante. La procrastinación data de un comportamiento
individual en la persona; pero además se manifiesta a nivel grupal en círculos:
laborales, educativos, familiares, políticos, donde los procrastinadores suelen
ocuparse de lo irrelevante y de acciones placenteras simulando ser hedonistas,
pero en el fondo son enmascarados con apariencia de perfeccionismo que al final
nunca logran hacer ni completar las tareas asignadas.
Vivimos acorde con los contextos sociales y es
ahí donde los procrastinadores tratan de aprovechar a las personas que cumplen
disciplinadamente sus tareas, ejerciendo sus liderazgos y dándole solución a
las problemáticas de acuerdo con la naturaleza de la organización; mientras que
ellos desaparecen como producto a la par que otra persona se hace cargo de su
compromiso; pero no desaparecen las inexorables consecuencias provocadas o
ejercitadas por los procrastinadores como una forma de estilo de vida. Es común
que la procrastinación se manifieste abierta o solapadamente y suele darse
cuando se culpan a otras personas, enfermando los objetivos a desarrollar en
las tareas, proyectos, afectando la toma de decisiones y referenciando ideas
que el procrastinador no llevara a cabo; sin embargo, no afronta la posibilidad
de cambiar o renunciar ante el NO cumplimiento del trabajo asignado.
Muchos se preguntan: ¿Cuáles son las razones
para que una persona actúe de esta forma? En el campo de acción y actuación de
la procrastinación y de los procrastinadores hay un factor fundamental que se
define haciéndonos esta pregunta: ¿Para qué es necesario medir el tiempo? Son
muchas las respuestas entre ellas: medir el tiempo para llegar a acuerdos, para
ordenar y organizar la vida, para saber cuándo hay que hacer algo o cada cuánto,
para lograr consensos, pero principalmente para respetar el lapso de vida
propio y el de los otros; en definitiva, sistematizar el tiempo se traduce en
una ayuda para planificar y cumplir con nuestras actividades y recordar
nuestros compromisos. Lo que suele suceder a manera de critica sana es que las
ventajas que produce la medición del tiempo en las tareas se desvanecen en las
personas procrastinadoras muy parecidas a las metas y programas en las
políticas públicas.
Un procrastinador se detecta observando las
reiteradas señales que se evidencian en su comportamiento: postergando
obligaciones, manifestando estar siempre ocupado en su grado máximo con la
justificación de confundir a quienes lo rodean a través de su patrón de
conducta que construye con argucias permanentes, recurriendo a la imposición,
descalificación, amenaza, resignación y, por último, abandona al sentirse
descubierto por otras personas del entorno que manifiestan estar agotados y que
han sobrepuesto su paciencia ante un procrastinador que perturba cualquier desarrollo,
pero que no percibe su comportamiento desigual y desajustado a la realidad por
disimular ante los otros; incluso muchas veces llega a autoengañarse.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 28 DE OCTUBRE DE 2018
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