Por Hugo Castillo Mesino
Como se explica que viviendo
en la contemporaneidad seamos antiilustrado si la ilustración fue desarrollada
como una tarea y ahora suele presentarse como una guerra apoyada en el
autoritarismo político que permea toda la sociedad. La educación, el saber y la
ciencia van hacia el abismo y sólo se salvan si presentan soluciones a la clase
dominante cayendo en el solucionismo por no contar con hacernos mejores a
nosotros mismos dado que la vida es invivible y si luchamos por hacerla vivible
los privilegios que nos brinda son aprovechados por los dueños del poder. Hasta
donde ha llegado nuestra impotencia que nos hace responsable de haber caído y
participar del analfabetismo ilustrado donde decimos que lo sabemos todo, pero
no sabemos nada; muy diferente a la concepción socrática. Creemos en un mundo
Smart que es un mundo para idiotas tal como lo expresa Marina Garcés en su
libro "Nueva ilustración Radical”; cuando incita en la provocación a
abordar hipótesis que denomina “condición póstuma" en la que sobrevivimos,
unos contra otros, en un tiempo que solo resta.
Hemos transitados por épocas
históricas con revoluciones e ideologías se ha ido acabando el progreso, el
futuro, como algo promisorio acompañado de desarrollo y crecimiento; esto
implica afectación de recursos como: el agua, oro, carbón, petróleo, ecosistemas,
en definitiva, el tiempo es aquel en que todo se acaba hasta el tiempo mismo o
nos agotamos o nos extinguen. Hoy en día las confrontaciones políticas,
culturales, educativas se hacen pensándonos desde el tiempo y desde el
agotamiento del mismo, sabemos de antemano que se le declaro muerte al futuro y
a la idea de progreso. En esta Colombia Póstuma nos preguntamos ¿Hasta cuándo
tendremos recursos?, ¿Los neoliberales dejarán de privatizar?, ¿Vamos a hacer
una ruptura sobre la "credulidad democrática”?, ¿Cuándo emanciparemos
nuestros saberes y convocaremos para que las masas se pronuncien ?, ¿Hasta
cuándo seguiremos soportando regímenes de opresión, hambre y miseria?, ¿ Cesaran
las reformas tributarias donde los ricos hacen colas y los pobres ya no mueren
sino son asesinados por las políticas de asfixia del Estado?; vivimos
precipitados en el que todo puede cambiar radicalmente o puede acabarse, la
vida se nos ha vuelto invivible sin darnos cuenta de tanto resistir y de no
fijarnos del tiempo vivible que ha desaparecido. La posmodernidad dejó el
futuro atrás ahora estamos en la insostenibilidad del desarrollo sostenible que
como política desapareció. Nadamos en lo pos-póstumo donde aceptamos la
posibilidad real de nuestro propio final teniendo claro que el capitalismo vive,
la sociedad de consumo, la economía de mercado, productivismo como se le quiere
llamar aunque sean insostenibles ante el estado actual de cosas.
El neoliberalismo gana la
batalla de ideas y el imaginario que domina llega hasta los deseos personales y
colectivos a lo largo y ancho del planeta simulando el desarrollo
sostenible reitero que es insostenible; seguimos siendo pequeños y precarios,
pero tenemos un poder desmesurado. Que, desdicha para todos, hemos pasado de la
modernidad a la condición póstuma y está siendo explotada por la literatura, la
ficción audiovisual y las artes. La globalización que nos ofreció la
unificación política del mundo, cuando era un presente del hiperconsumo, mientras
seguimos viviendo en la condición póstuma que no es una vuelta al pasado o una
gran regresión NO por el contrario es la quiebra del presente eterno y la
puesta en marcha del NO del tiempo. Observamos como la biopolítica muestra su
rostro necropolitico: en la gestión de la vida, la producción de la muerte ya
no se ve como déficit sino como algo normal como lo son el terrorismo,
poblaciones desplazadas, feminicidios, ejecuciones, suicidios, hambrunas; la
muerte no es natural es, cultural, estructural
no interrumpe el orden político, sino que se ha puesto en el centro de la “normalidad
democrática”.
Lo único que se ha salvado de
nuestro saber es la sabiduría de que no sabemos; ha cambiado todo menos
nosotros. La condición póstuma la podemos definir como la muerte provocada de
millones de personas con la cual mueren también el sujeto, la historia y el
futuro de la humanidad y con ellas la globalización, el desarrollo sostenible y
la posmodernidad con su desarrollo de simulacros en su presente inagotable, que
ahora vuelven con todo lo reprimido, con más fuerza aquí está la debilidad de
la cultura posmoderna que acoge la muerte del morir y la muerte del matar
olvidándose de la distinción entre el morir y el matar, entre la finitud y el
exterminio, entre la caducidad y el asesinato. Declarémonos insumisos a la ideología
póstuma; el pensamiento crítico debe predominar con herramientas conceptuales
históricas, poéticas, estéticas que nos devuelvan la capacidad personal y
colectiva de combatir los dogmas y sus efectos políticos con la conviccion
radical contra la credulidad. No desaparece lo que muere sino lo que se olvida,
como paso con Reficar, SaludCoop, Odebrecht, InterBolsa y está pasando con los
“bonos Carrasquilla”, etc.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 4 DE NOVIEMBREDE 2018
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