Por Hugo Castillo Mesino
La
corrupción hace parte de la cotidianidad sin que seamos conscientes de ella con
la complicidad de la televisión y otros medios que la propagan lanzando mensajes
subliminales; a través de estratagemas y catástrofes varias. Esta propaganda
malévola no escatima esfuerzos en destinar cifras millonarias en efectos
especiales para convertir la corrupción en un espectáculo intrigante y real
para el disfrute del espectador. La corrupción es la acción o inacción de una o
varias personas reales que, manipulando los medios de un sistema, en
beneficio propio y/o ajeno, tergiversan los fines del mismo en perjuicio del
conjunto de ciudadanos. El arte de la corrupción se ha convertido en
obra de culto para políticos, personas del mundo de los negocios y
para las grandes corporaciones.
Es
importante ilustrar facetas de la corrupción que se remontan desde la
antigüedad cuando en Egipto se descifro la inscripción de un papiro que cuenta la historia de un funcionario que
dirigía una trama en connivencia con una banda de saqueadores de tumbas; Fidias,
el arquitecto que construyó el Partenón, a quien sus contemporáneos echaron en
cara quedarse con parte de los fondos destinados a las obras; el gran orador
Demóstenes, acusado de delitos tan variopintos como chantajear a jóvenes
adinerados. En la Edad Media y el Renacimiento ni siquiera la Iglesia católica
estaba libre de este mal. Estas prácticas empezaron a ser comunes entre
banqueros, industriales y políticos. Una historia que se prolonga hasta hoy.
Es
común observar como se roban los servicios públicos los funcionarios y los ciudadanos
que alteran los contadores y medidores, sin importar el estrato; la artimaña más común que utilizan los
comerciantes colombianos: pactar precios más bajos con clientes particulares
para no entregar el recibo de pago, y así no queda registrado el valor del IVA;
los sobornos de los ciudadanos a
policías y a otras autoridades para obtener registros, permisos,
sobornar a las curules en las corporaciones públicas, coimas y otros; el
contrato por “rosca”. El nepotismo también es una práctica corrupta que invade
a empresas: públicas, privadas, corporaciones, asociaciones, sindicatos e
instituciones.
Los
ejemplos de corrupción cotidiana se expresan por centenares lo que permite establecer
una ley vital anticorrupción que combata y prevenga. La verdadera Ley Anticorrupción
comienza en la casa educando en valores a nuestros hijos y a la ciudadanía,
haciendo una ruptura que extermine las patologías sociales que evidencian el
alto grado de corrupción con conductas tales como: tener contrabando eléctrico;
apoderarse de los andenes; aprovechamiento del internet del otro; no tomar el
puente peatonal; encontrarse algo y no buscar la forma de devolverlo; simular
ser discapacitado; sacar basura cuando no le corresponde; no hacer fila en la
prestación de un servicio; violar las normas de tránsito; comprar objetos
piratas; evadir impuestos; sacar documentos falsos
para usted o su hijo; comprar la licencia de conducir; pagar para que le hagan
los trabajos en la universidad; comprar celular robados; no pagarle
prestaciones a la empleada del servicio; pasarse los semáforos en rojo; pagar
para que aprueben a su hijo en el Colegio o la Universidad; pagar lo justo,
cuando contrata personal, y no pida ni de comisiones; haga las filas y no
se cuele, aunque gane tiempo; no actúe como narco, aunque tenga dinero; no
humille a los que tienen menos plata y poder que usted; no fomente el bullying y
la agresión con sus hijos ellos harán lo mismo en el colegio; deje de decirle a
su hijo que lo más importante es el dinero y que hay que salir adelante
como sea; ah, y jamás le diga, ¡¡¡que sea buena suerte que se encontró un
celular!!! ¡¡¡devuélvalo que tiene dueño y este lo necesita!!!; edúquelos,
enséñele a respetar a los mayores y a las demás personas, a decir: buenos días,
buenas noches, por favor, lo siento, gracias.
¡No
solo debemos pensar en qué país le vamos a dejar a nuestros hijos!... Pensemos:
Qué clase de hijos le vamos a dejar a nuestro país.!!! Por
último, en palabras del periodista Juan Gossain nos dice “seguimos creyendo
que el alumno más astuto es el que copia el examen de su compañero, y el
cliente que causa admiración es aquel que paga una bolsa de sal, pero se lleva
dos, y el carnicero más sagaz entre todos sus colegas es aquel que vende cuatro
libras de costilla, pero solo entrega tres. Aquí pensamos que el pasajero más
avispado del bus es el que viaja sin pagar. Y así, hasta llegar al Senado de la
República o a la Corte Suprema de Justicia”. Enseñémosles a nuestros hijos a
ser honestos, alegres, generosos, sensibles y muy responsables. La tarea hay
que hacerla bien por el bien propio, de ellos mismos y bien de la
sociedad. Esa es la ley anticorrupción con la que debemos cambiar a
este país; lo que nos permite “repensar a Barranquilla” y hacer patria.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 9 DE DICIEMBRE DE 2018
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