Por Hugo Castillo Mesino
El parecer
brisas matinales y el aire de los vientos decembrinos me indujeron a abrir las
ventanas las cuales le dan un respiro a la imaginación cuando se mira afuera y
esclaviza cuando lo hacemos hacía dentro. En esa mañana me libere en medio de
muros y asediado por las palabras que desde de mi
modesto apartamento atormentan las miradas sedientas degustando el ambiente que
se observa en las avenidas silenciosas de la ciudad dormida; donde descansan
las maldades de los señoríos que callan y fingen quererla con bolsillos
repletos a costas de tragedia y rigor de sus gobernantes malcriados donde los
manjares y el humo engolosinado se junta con el pan de los niños de la calle.
Al
estilo del escritor y poeta de Juan Manuel Roca cuando nos invita a deleitar su
arte poético en su libro “Asedios a la palabra” y nos dice en comentarios que
lo que escribe es tatuar, desamor y sublevación; lo que implica salvación por
el deseo si quieres sentir felicidad, olvida el alma el alma que es lo que
arruina el amor y te exhorta a decir lo que crees, lo que piensas, lo que eres
, lo que te dé la gana… delante quien sea y eso es lo que he hecho en este año
en mi columna hasta cierto punto. Que no
es más que “El final que comienza” de mis notas y artículos que han estado
poseído de un espíritu aventurero que al pensar y escribir con o sin anuencia
de quienes me soportan y estimulan; durante los trescientos sesenta y cincos
días por agotarse en el calendario.
Dibujo
esas maletas que por costumbre dan las vueltas minutos antes de fin de año por
un sector del barrio repletas de esperanza y llenas de recuerdos de un año
donde “El final que comienza” con dos o mas palabras que dan origen a una
poesía de su amor de ayer, de hoy o el que esta por nacer en ese poema donde
brotan las letras y recorren las arterias de sus deseos en un lienzo como en
tiempos de macondo de Úrsula y Aureliano donde envolvieron la felicidad. Pero
afloran en “El final que comienza” centenares de hombres y mujeres que lejos de
los suyos por cualquier circunstancia viven en los intramuros y pintan la
“libertad” que tal vez fue arrebatada por las cadenas de las injusticias pero
basta con la imaginación que es subversiva pensar en un mundo donde gozan a
plenitud de esa libertad a diferencia de los que están presos en sus adentros;
mujeres y hombres lloran lágrimas libertarias ante la sociedad de la mentira con
sus esbirros y en un día no lejano las verán colmadas de glorias convertidas en
hitos históricos y celebridades.
Por
muchas razones he pensado, pero me quedo siempre con repensar por lo coherente
y me acuerdo del filósofo Diógenes que con su lampara encendida y solitaria
buscaba “hombres honestos” un vagabundo que no dejaba de andar retando reyes y
gobernantes donde para él, apreciar la apuesta del sol era más trascendental
que ante un llamado que le hiciera su majestad. Tal vez Diógenes interpreto que
la vida como expresión filosófica y poética no tiene precio; que hermoso
reivindicar la irreverencia de Diógenes. El poeta Juan Manuel Roca prefiere
quedarse con el lirismo de los locos, el lirismo difícil y dolorosos de los
borrachos, el lirismo de Shakespeare, no quiero saber más nada del lirismo que no
sea liberación.
Durante
todo el año he estado viajando con las palabras que unidas o sueltas en los
medios y en las librerías se confiesan y me confieso en un juego amoroso embebiéndome
de descifrados pensamientos e ideas que después plasmo mis terquedades
dominicalmente a través de artículos productivos que leen miles de alondras y
búhos llamándome el “Ágora” como si yo fuera la plaza pública de sus debates. Solemos
armarnos, liarnos de elocuencia pronunciando la palabra Cambio; los noticieros
disfrazados te calumnian y predicen que te puede pasar algo por el poder que
tiene la palabra, su alcance, su eficacia, su precisión, la palabra como acción
y decisión a tomar, en fin, la palabra para ellos y otros a ciegas se vuelve
subversiva y es un peligro por subvertir la forma de pensar.
La
palabra por las noches acompaña a centenares de mendigos sin piedad; esa misma
palabra sinónimo de poder es utilizada por quienes le siguen robando los sueños
a los mendigos logra sepultar a sus semejantes. Concluyo retomando a Rainer
María Rilke autor de “Carta a un Joven poeta” expreso: “El que ahora no tiene
casa, no la construirá jamás/, el que ahora está solo, lo seguirá estando
largamente/, y velará y leerá y escribirá extensas cartas/, cuando las hojas
sean arrastradas por el viento”. Lo contrario al amor no es el odio es el
poder; repensemos a Barranquilla.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 6 DE ENERO DE 2019
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