Por Hugo Castillo Mesino
Solemos considerar a los
administradores como simples herramientas teóricamente neutras que se sujetan a
voluntades políticas. Con esto estamos dejando a un lado el verdadero
funcionamiento de las instituciones políticas, lo cual se constituye en un
grave error. Las instituciones políticas giran en dos direcciones: la primera
puede ser la burocracia ociosa que expresa un aspecto negativo con grandes
repercusiones nefastas para la ciudadanía y la segunda es la burocracia
funcional que se manifiesta con un enfoque positivo y tiende a identificarse
con la ingeniería institucional, ¿Por qué asombrarnos que un secretario del
despacho se sienta mas cercano de los contratistas que de los empleados o
ciudadanos?, ¿de que una autoridad piense sobre todo más en su reelección que
en la vocación de poder para servirle a la comunidad?, ¿ de qué un funcionario
publico le de prioridad a su jefe antes que cooperar con otros servicios
afines?, ¿ de qué en sociedades como la nuestra los altos funcionarios nacionales y distritales se inclinen menos
por el respeto de lo público que por la corrupción o por el clientelismo manifiesto en la
contratación pública?, ¿cómo se explica que un servicio público financia a
nivel nacional, departamental, distrital y municipal los debates públicos electorales; pagando las redes humanas que
allí se forman?
Definimos a la ingeniería
institucional como el arte de concebir a las instituciones cuya “lógica
profunda” vaya en el mismo sentido que los objetivos perseguidos; para ello es
determinante transitar por los conceptos, las estructuras, las culturas, los
procedimientos, los recursos humanos y los modos de evaluación de las
instituciones públicas. Somos coherentes cuando hablamos de la ideología de los
servicios públicos dado que todo cuerpo social necesita una ideología que le de
cohesión, sentido, valores y puntos de referencia. Desde nuestra condición de
maestros, pasando por los ciudadanos, los agentes del orden, los gobiernos de
toda naturaleza, los representantes de la salud, los militares, las
secretarias, los despachos se hace necesaria una gobernanza para la sociedad
que implica preservación y desarrollo a largo plazo y por ende una gestión de
tiempo o una decisión de “Gobernar es escoger” que permita forjar una ideología
de los servicios públicos. Para que esto sea posible se necesita elaborar con
los demás medios profesionales una “Carta de Responsabilidades Humanas” creando
círculos de discusión local, regional y nacional, estos círculos de debates
tendrían que ser comunes a los distintos tipos de función publica y los
diversos sectores de la acción pública.
La ideología del servicio
público con su “Carta de Responsabilidades Humanas” contribuye a que el
servicio público y por ende el funcionario público baje de su pedestal; de esta
forma los gobiernos territoriales y el propio Estado no estaría por encima de
la sociedad, por el contrario, se convierte en interlocutor de los otros
actores sociales para lograr alcanzar los objetivos de interés de las
comunidades participando con el principio de la subsidiariedad. Lo que más
adelante permitiría no encasillarse y realizar actividades de la función
pública de manera sectorial, sino construir las relaciones, manejar los
diálogos, construir proyectos y compartir responsabilidades. La carta de
responsabilidades se elabora con la visión de educar a la comunidad en asocio
con los funcionarios públicos para que no se impongan las voluntades
clientelistas quienes piensan más en el pago del servicio que en la comunidad refiriéndonos
a los gobernadores, alcaldes y secretarios del despacho haciéndolo extensivo a
los entes territoriales.
La estructura de la cultura
administrativa en los entes territoriales son verticales con cadenas
jerárquicas largas; de lo que se trata es de darle un manejo horizontal a los
servicios públicos que se ofertan a la ciudadanía con sentido pedagógico y humano
y NO donde prevalece la condición de sancionar, perseguir y cobrarle a los
usuarios como sucede con el servicio que prestan las Secretarias de Movilidad y
el espíritu inquisidor de las Secretarias de Impuestos con el cobro del Predial
y Valorización en el distrito de Barranquilla
y la asfixia de políticas publicas con el ADN del embargo de los inmuebles
sobre la justificación de un falso desarrollo. Para crear estructuras y
culturas capaces de manejar los desafíos entre los niveles de gobernanza no se
requiere romper las estructuras; de lo que se trata es de invertir en la forma
de manejar o funcionar que fortalezca la relación horizontal ciudadana en
detrimento de la relación vertical. No podemos implementar una ideología en los
servicios públicos sino llevamos una revolución conceptual, cultural e
intelectual donde los recursos humanos sean el centro de la estrategia de
cambio y esto es factible creando talleres de reflexión transversal en los
diferentes tipos de administración para buscar juntos las soluciones. La
función pública hay que ejércela orientada a mantener la moral pública donde
sobresalen los ciudadanos y estos deben ser honrados con políticas públicas filantrópicas;
de esta forma Repensemos a Barranquilla.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 13 DE ENERO DE 2019
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