Por Hugo Castillo Mesino
Los estudiantes de la
Universidad del Atlántico al igual que los estudiantes de las universidades
públicas recientemente nos dieron una enseñanza del como movilizarnos en la
búsqueda de reivindicaciones orientadas al fortalecimiento de la academia, la
investigación y otras demandas infraestructurales y de dotacion para garantizar
la calidad del proceso docente educativo en función de formar profesionales que
respondan al encargo social. La convocatoria estudiantil al paro nacional
universitario significó el haber ganado confianza expresiva con el apoyo de la
ciudadanía quien valorizo sus acciones y decisiones ante el gobierno nefasto de
Iván Duque a quien se le demostró hasta la saciedad que las universidades
públicas estaban en unas crisis profundas que desdecían su misión filosófica.
Sin embargo, el gobierno nacional asumió su posición inicial planteando que no
había recursos; no obstante, se le demostró al gobierno a través de insumos
argumentativos, estadísticos y propositivos que era viable concertar una salida
para superar la crisis que al final se obtuvo hasta 5.5 billones de pesos que
contribuirán a mitigar demandas y necesidades universitarias.
El accionar universitario se
constituyó en un ingrediente histórico y a la vez en un método digno de admirar
y asimilar como mecanismo de movilización y participación con organización y
disciplina emancipadora. Vistas las cosas así y en cualquier circunstancia
retomaremos esa experiencia acumulada del Movimiento Estudiantil Universitario
y rechazamos por principio lo ocurrido lumpescanente el día 7 de febrero donde
un grupo de estudiantes revestidos de capuchas lanzó bombas molotov a las
instalaciones de la rectoría provocando un incendio catalogado como un acto de
espíritus con ceguera mental creando un estado de pánico a la comunidad
universitaria además de poner en peligro la vida de quienes estaban contiguos
al lugar de los hechos.
Cabe preguntarse cómo se
explica que el glorioso movimiento estudiantil universitario, vitoreado y
aclamado por millones de colombianos marchó a lo largo y ancho del país,
reivindicando sus derechos con pancartas, expresiones artísticas, consignas agitacionales
con claridad organizativa y otras expresiones simbólicas conceptuales
neutralizaron las acciones del gobierno que pretendía desconocer el significado
que tuvo la protesta con sus diferentes manifestaciones. Lo absurdo de esta
situación es que un reducido grupo de estudiantes en la universidad del
Atlántico haya provocado desmanes que empañan al movimiento estudiantil
universitario que dejo sentada en las páginas de la historia dosis acertadas de
amor, lucha, sabiduría, pero sobre todo de organización y respeto en ese
propósito sano de la defensa de la educación pública universitaria.
La universidad es y será el
centro donde fluyen los saberes y el conocimiento, donde se visiona la
perspectiva de una sociedad plural, tolerante, gobernada por hombres y mujeres
comprometidos en la emancipación y la grandeza de una nación llamada Colombia. Me
ratifico que los actos del 7 de febrero en la Universidad del Atlántico son
hechos repudiables, anti ejemplarizante que antes de concitar por una
universidad donde converjan todas las corrientes de pensamiento desarmoniza la relación de la democracia como
antesala de la ciencia; y NO que la convierta en la Universidad del temor, de
la intolerancia, de las cegueras mentales, de las provocaciones y desafíos
grupales, de apetitos mal oliente y del caos; para después ser aprovechada por
quienes desestabilizan la vida institucional agrediendo y perturbando la
tranquilidad de la comunidad universitaria. Salvemos la Uniatlantico y unámonos
solidariamente contra aquellos que no quieren comprender lo que significa la
universidad como la expresión universal donde podamos diferir, dirimir,
converger, concluir, contradecir, consensuar apoyados en la discusión experta. Estamos
convencidos que la salida a la problemática universitaria no es la agresión y
las acciones pirománticas y aterradoras no suman, sino que dividen y
restan las perspectivas de transformación de la Universidad. Ante la acción de
un grupo de estudiantes encapuchados quienes dicen ser 'universitarios" lo
que nos corresponde hacer como ciudadanos y académicos es repudiar y no
permitir que nunca más se vuelva a dar un acto de naturaleza incendiaria que
provocó negación señalamientos por los medios a los actores de este desacierto
ciego fuera de contexto. El llamado que hacemos a la comunidad universitaria es
que actúen con sensatez y madurez y no se dejen provocar por los lumpen; sino
por el contrario denle una respuesta de civilidad a los que detrimentan el patrimonio
institucional. La universidad no puede ser el escenario de la batalla campal de
los perros por el poder; al igual que no NO puede ser la empresa del
clientelismo electoral y del reparto burocrático de cuotas partidistas y de cazadores
del presupuesto; por Dios dejen repensar y trabajar para posicionar a la Uniatlantico
en los primeros lugares de la acreditación nacional.
Invitamos al movimiento
estudiantil universitario a trazar iniciativas de convivencia y de educación
pedagógica. Busquemos caminos que permitan oxigenar la Universidad del
Atlántico y que esta sea regentada por quienes representen la academia y la
investigación y no por acuerdos politiqueros; es hora de cambiar. Repensemos a
Barranquilla.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 10 DE FEBRERO DE 2019
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