Por Hugo Castillo Mesino
Todo cambio genera resistencia
y ante él salta a la vista una multitud de interrogantes: ¿Cómo podríamos
diferenciar entre una práctica social compartida y una norma social?, ¿qué
significa que las normas sociales influencien el comportamiento de las
personas? Los interrogantes apuntan a la medición de las expectativas sociales,
las preferencias condicionales, los roles de género, las expectativas
normativas, empíricas, mutuas. Todas estas variables están precedidas por el
nivel cultural de la sociedad o de un grupo y consultan el contexto histórico,
cultural, geográfico y ecológico. Por ello, nadar contra la corriente en medio
de las turbulencias es lanzar una mirada circular a la vida real en que nos
encontramos inmersos, al lugar donde podemos conjugar la teoría y la práctica,
pero donde siempre prevalezca la teoría que contribuya a crear sinergias en
donde los verdaderos cambios se gesten y ocurran.
Para nadar contra la corriente
y obtener un cambio nos corresponde hacer diagnósticos que permitan conocer el
estado de los comportamientos colectivos de una sociedad o un grupo. Es
importante puntualizar en el sistema de las preferencias individuales y
sociales, y analizar si estas están condicionadas. Aclaro, éstas no deben
confundirse con las actitudes y a la vez precisar las expectativas sociales que
tienen las personas sobre una situación determinada, al igual que su sistema de
creencias, que pueden ser normativas, no normativas, personales, empíricas.
Esto con el propósito de que al obtener esta información el grupo o la sociedad
esté en camino de dar los primeros pasos para nadar en medio de las
turbulencias. De esta manera aprendemos a conocer los patrones de
comportamientos sociales representados en fundaciones, partidos, movimientos,
empresas, sindicatos, asociaciones y al interior de las corporaciones públicas,
donde suelen actuar fundamentados en normas descriptivas, logrando confundirse
con las costumbres como sistemas y viceversa. Las cuales son prácticas
constituidas, donde para triunfar hay que nadar contra la corriente de los
mediocres que nos quieren ver hundidos.
Da grima ver como en las
instituciones privadas y públicas se desarrollan la imitación y coordinación de
prácticas administrativas nefastas para regentar sus políticas de servicio con
sello aristocrático e imposiciones autocráticas que no permiten que a su
interior y al exterior se fomenten cambios consensuados, sino que, por el
contrario, se niega la posibilidad de que los cambios sean sustanciales con los
ingredientes de censurar, contraponer, desconocer, macartizar, a todos aquellos
que provistos de niveles de madurez, formación y liderazgo se atreven con el
concurso de otros a nadar contra la corriente. Está claro que expresarse en
contra de las normas sociales de hecho tiene una fuerte desaprobación, dado que
estas nos dicen cómo se debe actuar, indicando lo que colectivamente debe
hacerse y creerse. Es más, están acompañadas de los códigos morales que
terminan condicionando nuestras decisiones a los comportamientos y creencias de
otras personas que van más allá de la perspectiva personal de lo que se puede
definir como un valor que uno debería defender, incluso, cuando los actos
inequitativos son la regla. Nos corresponde seguir nadando en las turbulencias
haciendo una ruptura en lo que se denomina la “ignorancia pluralista”, que no
es más que el hecho de que las personas incurran todo el tiempo en la
comparación social con su red de referencias, o sea, todos hacen lo mismo. No
es posible una comunicación transparente; su comportamiento siempre es coherente
con sus preferencias y creencias. Por último, todos respaldan la normatividad,
cayendo en la denominada “ignorancia pluralista”.
Los creadores de tendencias o
agentes de cambio, su posicionamiento está en abandonar las normas y definir un
cambio importante en las expectativas empíricas; cambiar los convencionalismos
y las expectativas de los individuos sobre el comportamiento de otras personas,
lo que implica cambiar la red de referencias; tener claro que para que ocurra
el abandono exitoso y contraponerse a las turbulencias debemos estar seguros de
que las creencias de quienes no nos importan están cambiando, y de esta manera
las expectativas normativas también cambiarían. Para los individuos altamente
sensibles, necesitamos convencerlos que la norma es dañina o ineficiente y que
necesitan abandonar esa norma social. Sin desconocer que estos cambios son
graduales y la parte más difícil del cambio de normas es el comienzo, por la
resistencia que hacen al grupo social al tratar de nadar contra la corriente y
conseguir los objetivos propuestos, ante el conservadurismo de quienes se creen
y se autoproclaman gestadores sociales y son dinosaurios de viejos modelos y
enfoques para administrar la función de bienes públicos y privados que redunden
en el bienestar social de sus conciudadanos.
Seguimos convencidos que la
fase trascendental para nadar en las turbulencias y no naufragar es tener un
nivel de autonomía que permita tomar decisiones ante los factores, situaciones
y perturbaciones que dificultan los cambios en los grupos sociales y en las
instituciones, atreviéndose a confrontar todos los riesgos que implican nadar
contra la corriente. Repensemos a Barranquilla.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2019
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