Por Hugo Castillo Mesino
Concebir la democracia como una definición en
los términos absolutos, es un equívoco. Dado que esta obedece a los diferentes
contextos históricos sociales: Tal como lo expresa Aristóteles, cuando plantea
una clasificación de las formas de gobierno: la monarquía, el gobierno de uno;
la aristocracia, el gobierno de pocos; y, la república o democracia, el
gobierno de la mayoría o de “todos”. Mientras que la política es más compleja
y, por consiguiente, todos deben de tener el derecho de influir en la política.
No obstante, este filósofo preveía que los cargos debían ser por sorteo, tal
vez pensando en el tráfico de influencias, constituido como un delito contra la
administración pública. Mas, es exhaustivo cuando plantea que una persona no
puede ejercer dos veces el mismo cargo; quizás, para Uribe y Santos, éste no
era de su preferencia. La posición asumida por Aristóteles era que la justicia debía
estar por encima de los objetivos políticos y de las estrategias concretas, por
el bien del conjunto de la población y para no sentar precedentes de
injusticia.
Entrando en el plano sindical, para algunos
dirigentes la democracia tiene dos aspectos, uno formal y otro sustancial, pero
estos están íntimamente ligados. El primero consiste en garantizar los derechos
de los afiliados, lo cual implica que el pleno de la asamblea sea la máxima
instancia decisoria de la organización sindical. El segundo, se manifiesta a
través de los principios de igualdad, pluralidad, reconocimiento de los
disensos, participación en las decisiones de la vida interna y externa
sindical. Es ejemplar que los directivos sindicales, para el caso del sector
educativo, hagan el ejercicio pedagógico en las instituciones escolares con el
fin de ganar y cultivar espacios en la comprensión y en la solución de la
problemática de este sector. Es más, cómo se explica que directivos de las
instituciones educativas hagan parte de la estructura orgánica del sindicato,
cuando a su vez defienden las políticas del Establecimiento local y nacional; o
será esta afirmación un desacierto democrático.
Es válido formularnos la pregunta que subvierte
la concepción que tienen la mayoría de los sindicatos actuales: ¿se les olvidó
conscientemente la condición clasista de los mismos, que antes conjugaban las
reivindicaciones de los sectores asociados con las de los otros sectores
sociales precarizados y que, a su vez, tenían claro quiénes se oponían
obstinadamente a sus reivindicaciones? Es importante la respuesta para poder
determinar el grado de incidencia que tiene hoy el movimiento sindical en las
decisiones económicas, laborales y política del Estado, cuando observamos que
algunos de sus directivos logran conciliar intereses particulares e inclusive
se colocan al servicio de las camarillas politiqueras en épocas electorales,
contrario a ser parte de los sectores alternativos que son los que, en última
instancia, apoyan sus gestas reivindicativas.
Solemos caer en la rutina cuando repetimos nuestras
acciones en épocas electorales y nos olvidamos de lo cotidiano que implica ver
la realidad con cierto grado de objetividad al afirmar que no basta con hacer
uso del voto como la única expresión democrática para afirmar, negar o cambiar
las circunstancias en que se mueven los diferentes sectores económicos sociales
del país; sino por el contrario, democratizar la política y la actividad
sindical va más allá de votar por un candidato o por un determinado partido o
agremiación, dado que esta debe caracterizarse como la respuesta a garantizar
los derechos políticos, sociales, económicos y culturales, como un ejercicio
permanente que esté por encima del falso concepto de que democracia significa
plenas garantías para elegir y ser elegido, sin negar la constitucionalidad de
estos derechos.
Entonces, la democratización de los sindicatos
debe darse en un proceso de lucha simultáneo por democratizar la sociedad y en
ese mismo sentido optar por la del Estado mismo. Hay situaciones comunes pero a
la vez diferentes, tal como se expresa en las patologías sociales que afectan
tanto a ciudadanos, maestros, obreros, campesinos y otros sujetos sociales,
quienes padecen de servicios de salud inoperantes y con poca cobertura para
satisfacer sus necesidades básicas, al igual que la falta de asesoramiento ante
los problemas con afectación laboral; sumado a ello, no hay una mirada que
contribuya a cualificar a estos sectores para que hagan uso de herramientas en
la defensa de sus propios derechos. De ahí la necesidad de articular la lucha
sindical de su ámbito parcelado con las luchas amplias que desarrollan los
distintos movimientos sociales en el ámbito nacional.
Lo posible se condensa cuando circulen acciones
y propósitos colectivos que lleguen a concienciar a todos estos sectores
construyendo caminos que destierren el burocratismo sindical, como enfermedad
inoficiosa, para que este no siga haciendo carrera y se respeten las bases de
los sectores sindicales y políticos. Rechazamos y denunciamos la amenaza a la
Federación Colombiana de Educadores -FECODE- infundada por organizaciones al
margen de la ley opuestas al Proceso de Paz. Repensemos a Barranquilla y al
Atlántico.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 8 DE SEPTIEMBRE DE 2019
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