Por Hugo Castillo Mesino
Los debates prefabricados por quienes defienden
al establecimiento aspirando ver resurgir las “mermeladas”, aún en tiempos de
crisis, con el beneplácito de congresistas que al comienzo del Paro Nacional
habían expresado su voluntad política de no acompañar la Reforma Tributaria,
bautizada como “La gran estafa”, terminaron convertidos sin son ni ton en
defensores acérrimos de ella. Todo al parecer producto de lo irresistible para
sus olfatos del olor azucarado de la “mermelada” y de verse marginados en la
distribución del Presupuesto Nacional, atendieron sin escrúpulos el llamado a
aprobar sin más “una reforma a puerta cerrada donde predominan las definiciones
de los centros del poder económico”, tal
como lo definió el Senador Iván Marulanda, bajo la anuencia e irresponsabilidad
de las mayorías del Congreso; olvidándose que las sociedades y
los pueblos tienen sus límites, aunque al final terminen reprimidos.
Esta Reforma Tributaria, más que otras
anteriores, expresa en su trasfondo una economía de desigualdad extrema
desarrollada en los últimos diez años, constituyéndose en una carga onerosa
para los sectores medios y bajos precarizados de la población, mientras
favorece a los plutócratas o ricos con la bicoca de 9 billones de pesos permitiéndoles
acrecentar su patrimonio sin bajar el índice de desempleo, en contravía a lo
expresado por el gobierno de Iván Duque de que este favorecimiento o
contraprestación a los megaempresarios es con el propósito de comprometerlos en
la generación de nuevos y mayores empleos; por el contrario, esta Reforma le
garantiza a los empresarios el desarrollo de una economía subterránea con la
consecuencia simultánea de seguir grabando los productos de la canasta familiar.
Lo que el pueblo colombiano asimiló con
claridad en los debates sobre “La Gran Estafa” es que el gobierno, por ejemplo,
ante la crisis de Electricaribe que tiene oscurecida la prestación del servicio
de energía eléctrica a sus usuarios, habilidosamente termina aportando dos
billones a la empresa que esté interesada en asumir la prestación de ese
servicio, entregándosela a bien haber y desconociendo la participación de los
habitantes de la Región Caribe; pero, al tiempo, asume la posición de decir que
no hay dinero para los “vagos”, refiriéndose a la población universitaria del
sector público. Un contrasentido que devela claramente el entreguismo del
gobierno de Iván Duque a los conglomerados empresariales, financieros y
sectores meritocráticos apostadores y cómplices de su desgobierno.
Por su parte, los grandes medios de comunicación,
hoy en propiedad de los mismos poderes económicos que sustentan al gobierno de
Duque, actuando como medios oficiales, jugaron el papel seudopedagógico de
difundir entre la ciudadanía las aparentes bondades del la Reforma Tributaria,
buscando generar una aceptación plácida de ésta y contribuyendo de esa forma a
pretender deslegitimar las motivaciones en esta materia del Paro Nacional. Pero
también coadyuban a ocultar el desconocimiento del gobierno a los compromisos
adquiridos por los Acuerdos de Paz que definen un mayor incremento en la
inversión social, reflejando en la práctica su intención de hacer trizas dichos
Acuerdos, que más que pactados con una organización particular fueron
consultados y proyectados para beneficio de la sociedad colombiana.
Quienes al final terminan favorecidos con este
tipo de reformas constituyen apenas el 1%, correspondiente a las megaempresas
que apuestan a la política electoral y le garantizan prestamos con intereses
blandos al grueso de congresistas de los partidos que apoyan al esperpento del
Presidente Duque; golpeando hasta la saciedad a más de 13.5 millones de
colombianos de los sectores vulnerables. Es un insulto y una vergüenza que
Colombia tenga una desnutrición de 500.000 niños, que no tienen capacidad
cognitiva porque se están muriendo de hambre como en la Guajira, el Choco y el
Catatumbo. Como expresa el senador Ivan Marulanda: “Esta Nación se formó en la
hermandad, en la nacionalidad, desde su origen republicano con el esfuerzo de
todos, pero se ha convertido en una Nación egoísta, con espíritu
antiempresarial que deforma el espíritu democrático, convertido en un mecanismo
de infamia”.
La política al parecer hizo una ruptura con las
doctrinas y los principios éticos, perdió su horizonte y se oculta en el ocaso
de la corrupción agigantada por los gobiernos de turno cegándose en desconocer
que estamos en un Estado Social de Derecho. Presidente Duque, este país se ha
construido con todos los aportes, desde la acción individual y empresarial;
pero, usted sabe poco de eso. El progreso no es cuestión de superstición o prestidigitadores,
es bueno observarlo en la niñez, en la juventud, en los ancianos; usted no le
ha cumplido ni a sus propios electores. Colombia requiere de una Reforma Estructural
donde los que ganen más paguen más; escuche cómo los grandes grupos financieros
con quien usted tiene un compromiso que lo llevó al solio presidencial tienen
agrietado por su mal gobierno, cuando el 39% de los impuestos a las personas
jurídicas son saqueados con filtros llamados beneficios tributarios. Repensemos
a Barranquilla y a Colombia.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
DOMINGO 22 DE DICIEMBRE DE 2019
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