Por Hugo Castillo Mesino
Los días y las noches se parecen los unos a los
otros por el silencio intenso que suele hacerlos iguales y diferentes; pero, al
final, son días y noches del Coronavirus, de esos interminables momentos, tal
vez, alimentados por la finitud o infinitud del tiempo que crea un ámbito con
sentido, donde las neuronas circulan sobre universos de mundos creados en los
que transita la imaginación provista de ingredientes alegres, tristes, extensos
y efímeros, acompañados por miedos, amores con desconfianza, incertidumbres y
certezas al sentirnos manipulados o con la convicción de un virus que no
podemos tocar pero que existe; pero, a su vez, con la esperanza de que en
nuestro lenguaje, a través del tiempo, pase a un segundo plano. No obstante, en
el imaginario colectivo y por la provocación del virus nuestra posición
cotidiana, en su generalidad, la suscribimos a un lugar sagrado denominado “Quédate
en Casa”, mediado por prevenciones bajo el lema “Aislamiento y Distanciamiento Social”,
el cual, al parecer, ha sido asumido colectivamente a conciencia con excepciones
coercitivas por las circunstancias económicas, sociales y otras deducidas en el
país y en la ciudad que vivimos.
Surge el primer telón, “Quédate en casa”, siendo
asimilado para crear tiempo y espacios convertidos en rebaños de supervivencia
donde las alcobas, el comedor, los baños y la cocina, SÍ es que los hay, se
constituyen en escenarios para pensar y volver a hacer lo que hemos dejado de
hacer. Situación que nos permite concentrarnos a ver películas y series como:
“VIRUS”, que se propaga en Corea del Sur como una enfermedad que obliga a la
población a una cuarentena; “Mente indomable”,
donde el actor principal resuelve problemas matemáticos complejos sin asistir a
la academia, lo cual se constituye en algo inexplicable para los catedráticos y
científicos; “El niño que domó el viento”, sobreponiéndose a su padre hasta
construir un molino de viento que lleva el agua a la aldea para salvar las cosechas;
“Frida Kahlo”, con su reputación política y sexual luchando contra todo y
todos, revindicando a la mujer desde diversos ámbitos; “Los miserables”, de
Víctor Hugo, como versión teatral francesa donde se expresa el amor, pero a la
vez rueda como siempre la pobreza atropellada por la monarquía de la época; “Mahatma
Gandhi”, el abogado hindú que enfrentó al dominio británico en la India, transformándose en un
símbolo internacional de la no violencia y el entendimiento, aportando para la
humanidad su estrategia la “Desobediencia civil”.
Se abre el segundo telón, saboreando
gustativamente un especial televisivo del Nobel García Márquez y, sumado a ello,
las lecturas de tres de sus cuentos mediados entre realidad y ficción: “El ahogado
más hermoso del mundo”, “Eva está dentro
de su gato” y “Los sonámbulos”, el cual me trasportó a tener un sueño inmenso sintomático
donde caminaba de un lado a otro en busca de un termómetro, ahí se percataron
quienes me buscaban ansiosamente y no me encontraban, y decían “díganle que en
la repisa hay un expectorante”, mientras me ahogaba al respirar, en la tormenta
mi voz poco se escuchaba y se incineró un mundo en mi cabeza; entonces, pregunté:
“¿Y por qué esos síntomas?” Empezó un olor a jabón que disparó el recibo del
agua; además, había cambiado mi naturaleza sociable, dado que las palabras
están por encima de las manos y mi cara se convierte en sagrada al prohibirle a
mis manos que no hagan nada sin antes ir al lavamanos, al mirarme al espejo
parecía ser el “Enmascarado de Plata”, alejándome de los lugares transcurridos
y contraviniendo mi naturaleza orgánica.
Se abre el tercer telón, en medio del sueño
colgaba un letrero que decía “Prevención” y fue cuando comprendí todo lo que me
estaba sucediendo. Luego decidí apartarme un poco de los animales y no
compartir los utensilios de cocina pasando siempre por un filtro todas las
cosas externas que llegaban a mi casa y al fondo estaba el periódico que decía:
“si es un sueño no hay problema, pero si es verdad consulta un médico”. No
escatimé esfuerzo en medio del sueño y reuní a la familia explicándoles que
hacer si alguien estuviera infectado.
Se abre el cuarto telón, al despertar del sueño
real y en el trasegar de los días y las noches hemos aprendido que en casa
somos más comunicativos espiritualmente, estamos llenos de sentimientos nobles
y nos preocupamos por nuestros mundos internos y externos analizándolos y
valorándolos; además, nos hemos observado pasando por una metamorfosis humana donde
los años vividos son inferiores en el tiempo y en el espacio a los días y
noches de pandemia. La vida nos ha enseñado a reafirmar y negar, nos ha
enseñado a pensar que lo que hemos hecho y hemos dejado de hacer es inferior al
nuevo mundo por fuera de odios y egoísmos. Repensemos nuestro planeta y la
vida.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
LUNES 5 DE ABRIL DE 2020
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