Por Hugo Castillo Mesino
El Sistema Educativo en nuestro país se
caracteriza por relievar siempre la cobertura educativa antes que profundizar e
implementar una verdadera calidad educativa que responda al encargo social o,
por el contrario, estandarizar modelos curriculares que instrumentalizan a los
educandos, quienes por lo general actúan en función de una calificación que se
plasma en informes cuantitativos y luego son promovidos o terminan su ciclo o
nivel de estudio en la secundaria; inclusive este diagnóstico conceptual se
observa y se acentúa en menor escala en la educación superior.
Escuchar en un conversatorio a Julián de Zubiría,
pedagogo que ha tenido una vida dedicada a transformar la educación y obtener
en esa gesta una maestría, doctorado honoris causa, asesor en Educación de los
gobiernos de Ecuador y Republica Dominicana, comprometido en la creación de la “Fundación
Alberto Merani”; y en esa misma línea a Pablo Jaramillo, master en Economía,
director de la “Alianza Educativa”, fundador y director de “Enseñanza por
Colombia” y exviceministro de Educación, al igual que Telmo Peña, un militante
pedagógico que degusta con las provocaciones educativas, apoyado en su
condición de rector, filósofo y literato; son estos atributos las razones fundamentales
para deliberar, disertar, argumentar del cómo evaluar o calificar en cuarentena.
Las provocaciones pedagógicas y educativas
surgen en medio de la crisis sanitaria, donde niños, adolescentes, en su
habitad estrecho vivencial aparece la discapacidad, unido a la pobreza, la
ruralidad y la vulnerabilidad creando incertidumbres, lo cual permite repensar
la sociedad para aspirar en la búsqueda de un mejor bienestar social, mitigando
el miedo, la angustia y la ansiedad ante el confinamiento. El acto pedagógico
es previsible y los invitados en el conversatorio analizan la situación y
plantean sus puntos de vista sobre cómo evaluar en cuarentena, haciendo y
requiriendo a los educandos, manteniéndolos activos, desarrollando guías
impresas para educandos y padres, formas de comunicación y conectividad a
través de turnos ante las condiciones de confinamiento, optando por modelos de
estudios, distribución del tiempo académico para los aprendizajes, estudiar los
contextos y contenidos con afanes, aprendizajes, retención o pensamiento, hábitos, apoyo
emocional y definir la sostenibilidad económica. Son los retos.
¿Cómo se podría evaluar SI están aprendiendo o NO
los estudiantes? Lo fundamental son los contextos y ante ellos es bueno
preguntarse ¿qué significa evaluar? Es hacer juicios de valores para ver cómo
va el proceso para hacer los ajustes. Hay que evaluar el pensamiento, la
lectura, lo emocional juega un papel preponderante, lo socio afectivo ante el
confinamiento con estrategias y dinámicas en familia que van desde eventos
lúdicos, artísticos, deportivos, aclarando los grados en la educación
secundaria y tener en cuenta que en la educación superior es a otro nivel.
¿Cómo hacer para que el esfuerzo sea valorado? o
¿Existe como opción cancelar las notas por las experiencias pedagógicas
conocidas? o lo que interesa es ¿cómo hizo el trabajo el educando, cómo fue el
proceso y no alimentar el cómo rajar a los estudiantes? La crisis tenemos que
interpretarla como la posibilidad de avanzar antes que retroceder y desarrollar
el sentido de la vida como ser bioético; lo cual implica solidaridad y cohesión
familiar.
¿Cómo administrar el tiempo en familia? Los
padres deben tener mucho cuidado con los hijos y hay que ocuparlos en el
arreglo de casa, servida de la mesa, faenas de cocina; es una época para
compartir, interactuar y convivir. ¿Cómo debe ser el comportamiento ético en el
aprendizaje, donde prevalezca la honestidad académica y la transparencia ante este?
Lo primero es que el aprendizaje no debe ser memorístico y el apoyo del padre
debe ser generoso al leer los textos, etc. Cuando se plantea la evaluación como
proceso es cuando se argumenta, se contraargumenta, se habla de las
derivaciones con el compañero, se abren los libros ante los profesores, la
evaluación sirve para superar. Hay que diferenciar evaluar de calificar, cuando
el estudiante aprende mecánicamente, eso es calificar. Mientras evaluar es cómo
va el proceso, cómo ha avanzado, discutir, revisar el proceso, hablar con las
compañeros y compañeras, abrir el libro es ubicar la dificultad.
El problema de la evaluación son las aptitudes,
las que se evalúan, el interés, el debatir en el contexto contra un enemigo
microscópico; por tanto, en esta circunstancia lo pertinente es evaluar las
aptitudes como elementos integrales que están al orden del día. Hay que replantear
las instituciones educativas en la situación sanitaria que vivimos; nos
corresponde pensar en cómo cambiar los contenidos y desarrollar las
competencias: pensar, comunicar y convivir. El Sistema Educativo nuestro es
notero, ¿en este año académico los estudiantes deberían o no perder el
año? Se trata es de ejercitar la evaluación
en sintonía con un currículo humanista y aprovechar el tiempo para cambiar la
educación y la concepción de los agentes educativos. Repensar la Educación y
cambiar la calificación por la evaluación como proceso; sin hipocresías.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
LUNES 20 DE ABRIL DE 2020
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