Por Hugo Castillo Mesino
Para elaborar un ensayo es imprescindible
ejercitarnos a través de operaciones mentales que nos propician argumentos
fundantes asumiendo niveles de autoridad; estos, a su vez, se conectan con el
título del ensayo representando en gran porcentaje lo que se aspira a demostrar.
La tesis proviene de contrastar o confrontar algún planteamiento de la
actualidad como propuesta relacionada con una creencia, una opinión
generalizada o asuntos cercanos a la extensión de un ser humano, lo que nos
permite preguntar: ¿La política es connatural al espantajopismo o viceversa o
enmarcando a los otros sectores sociales y económicos? Las citas de los autores
como referentes bibliográficos deben ser representativos para abordar los
dilemas del ensayo. Esto lo dice Albert Einstein cuando plantea: “¡Triste época
la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”; esta cita es
una embajadora autorizada como parte del esbozo o plan de lo que pretendo argumentar
con los contenidos, conexiones lógicas, acorde con la extensión del texto.
El espantajopismo crónico, como suelen
definirlo algunos estudiosos a manera de esbozo, se refiere a un individuo que
tiene como obligación visitar los sitios de moda sin importar que le gusten o
no, con tal de estar en la jugada; exhibirse o ser el bufón sin tener la menor
idea del asunto, aparecer en Facebook, Instagram o hacer parte de grupos de Whatsapp
como si fueran egresados de un liceo o de una universidad, degradando a todo el
que se atraviesa. Están muy de moda en algunas tendencias políticas de derechas
y de izquierdas; estos espantajopos los hay de toda clase y se aplica en Barranquilla y en Colombia y por qué no en
otros países o ciudades.
En pocas palabras, un espantajopo es un
arribista que vive en un mundo de mentiras, ilusiones, fantasías, pintando
muñecos para esconder lo que es. El espantajopo ostenta un mundo que no tiene
comparación con el otro, lo que en el fondo se constituye en envidia y
competencia, vendiendo su falso perfil o imagen en las redes sociales, mostrándose
en cualquier espacio. En la política los espantajopos se disfrazan de “homus
politicón” y en cuanto movimiento surge son los primeros militantes
denominándose históricos. Ahora, son muy comunes en todos los tipos de
plataformas virtuales, donde repiten lo bueno, lo malo, lo feo, lo bello, lo
que no existe o está por existir; es muy natural ver en algunos como si la
credencial o el acto administrativo los formara para ser lo que no son; espantajopos
muy visibles en Barranquilla con aspiraciones a la presidencia del Senado. Lo
cierto es que no se requiere estar llevado para hacer parte de la corriente
espantajopista.
El problema está en que creemos que aparentando
o fingiendo somos portadores de la razón y nos da el derecho a embaucar a los
demás, copiando, buscando resultados imposibles; cuando lo que realmente se
requiere es un cambio de actitud, pensar antes de actuar. Todos somos iguales,
pero diferentes a la vez y el que algo funcione con alguien en algún lugar del
mundo no implica que deba funcionar conmigo.
El espantajopismo como ensayo lo encontramos de
todo tipo: escritores de izquierdas y de derechas con prejuicios al escribir
repartiéndose el poder presidencial del 2022; diciendo cosas que no han
sucedido ni van a suceder, cuando de lo que se trata es de crear mundos nuevos
con hechos, cambiar un conjunto de acciones, comportamientos y costumbres
llamadas desvergonzadamente como “valores”. La educación pública y privada no
se puede seguir administrando con autoritarismo al no comprender la etapa
virtual; si esa práctica sigue institucionalizada podemos denominarla espantajopismo,
petulante, arrogante, infantilizado, enmascarado, etc.
Los varones políticos, gerentes de empresas,
los gobernantes, representantes de corporaciones públicas, muchas veces se
portan con cierto grado de espantajopismo; solo para hacerse reconocer e
impactar ante la ciudadanía haciendo uso de su facultad o su capacidad para
hablar mierda o en lo que las redes sociales se llaman shirttones. Estos espantajopistas
citan autores que nunca han leído, con el lema: “El que no pierde una está en
cualquier plan”.
La verdad es que, con estos espantajopistas,
después de la pandemia y siendo un poco escéptico, creo que es poco lo que va a
cambiar en Colombia. Las estructuras de “los clanes políticos que mandan en Colombia”
como los describe León Valencia, para mí no están averiadas. La política puede
estar debilitada, mas no acabada; mientras que los sectores alternativos y
democráticos siguen jugando la misma partida divisionista y las estructuras
conceptuales de quienes se jactan de cambio siguen siendo las mismas, no hay
renovación y los liderazgos que surgen en las izquierdas tratan de obstruirlos
o acabarlos internamente; los partidos no están cohesionados y sus estrategias
y su praxis política es la mismidad. Repensar para no darle espacio al espantajopismo.
PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA
MARTES 13 DE JULIO DE 2020
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