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VIVIR UN SINFÍN DE IDEAS

                                       VIVIR UN SINFÍN DE IDEAS



Por Hugo Castillo Mesino

Si algo nos deleita en la vida es escribir sobre las ideas de grandes autoridades culturales quedando seducido al concluir lo leído referenciando a la gente. Las ideas van y vienen como las olas del mar que navegan en un sinfín como los pensamientos que subvierten los días y las noches, que deliberan nuestra sociedad en y para la democracia, como si al despertar de los sueños intangibles siguiéramos dormidos. Me sumerjo en las líneas del escritor Alejandro Gaviria en su obra “Otro Fin del Mundo es Posible”, una especie de diálogo con la obra del filósofo inglés Aldous Huxley que dedicó su vida de ideas logrando conectar las ciencias, las artes y aventurar y desventurar de la especie humana con cinismo intelectual y con gratitud cósmica dotada de espiritualidad sosegada y profunda; y, deduzco que lo trascendental es como el ser humano a través de las ideas puede mirar e internarse en el otro.

Alejandro Gaviria logra en medio del confinamiento obligatorio elaborar a manera de urgencia mental, mas no clínica, una lista larga en su disco duro primitivo, introduce ideas de los mortales como la propia muerte e inscribe los avances modernos de la medicina; la inusitada especialización del mundo académico; la crisis acentuada del medio ambiente; el poder destructivo de las mal llamadas ideologías; el nacionalismo como odio a extranjeros y vecinos; los subterfugios de la tecnología y el cáncer social-biológico por el envenenamiento de las drogas. Razón tenía Huxley cuando escribió: “La ciencia médica ha avanzado tanto que ya casi no quedan seres humanos completamente sanos”.

El pensamiento, donde las ideas circulan, a veces transita por caminos pedregosos, otras veces navega con los vientos imaginarios y al final encuentra respuestas en el afán de las lecturas cotidianas que nos ayudan a vivir y a seguir explorando, no importa que te sostengan los bastones de la tierra que te vio nacer, quizás recordando a Borges que decía: “No pasa un día sin que estemos, al menos un instante, en el Paraíso”. No es el mundo de las ideas de Platón, son las ideas de los días y noches sin reloj del tiempo, con autores desde el humanismo hasta la comprensión de: ¿De dónde venimos?, ¿“Qué país insostenible tenemos y si otro fin del mundo es posible”? Así sigamos viviendo en un sinfín de ideas que al final son la búsqueda de una vida mejor posible.

Los hombres optimistas hacen de la fatalidad la posibilidad, mientras los pesimistas hacen de la posibilidad la fatalidad; no obstante, Alejandro Gaviria en su libro retoma diez razones para el pesimismo cósmico apoyándose en la novela de Huxley “La isla”, reseñando la decrepitud y el inevitable final que en su interpretación no son más que las enfermedades que están al acecho como las arañas que crean sus telares para capturar y aniquilar a las moscas; somos seres humanos como maquinas biológicas que un día cualquiera dejan de funcionar.

Si lanzamos una mirada biológica, somos seres artefactos de naturaleza desechable, creados por un código genético donde la vida no es más que un continúo morir y renacer que después de un tiempo muere dejando generaciones transitorias que caminan por el mismo sendero y terminan en el mismo lugar; la condición humana excluye lo intrínseco confirmando que entre más conocemos al mundo, más profunda es la búsqueda de sentido, embargándonos el silencio del universo y morimos sin saber si el mundo existe; el conocer implica el ser más ignorante en correspondencia que al  hacernos preguntas esenciales sobre la vida no tengamos respuestas; tal vez el amor actúa como consuelo ante lo absurdo y como resistencia ante la muerte.

Es como si en la vida y el universo a lo que llamamos “felicidad” nos invitara a reflexionar que, a mayor amor presente igual mayor sufrimiento futuro. Es cierto que todos los mortales debemos enfrentar el dolor del desprendimiento eternizado con la muerte, somos animales, queremos más y vivimos insatisfechos al anhelar como si las vitrinas nos trajeran la “felicidad”; pero, una vez que posemos el producto, dejamos de quererlo perdiendo nuestro interés, sepultando la “felicidad” en el abismo y sucumbimos en el autoengaño. Seguimos sujetos a seguir al “Gran Líder” e, incluso, a morir por la causa; renunciamos a la vida atados de cadenas de la sociedad de la mentira y la manipulación donde al final descubrimos que el “Gran Líder” no es real en sus palabras con insumos de oratoria comercial. La cultura nos hace florecer como en el Renacimiento y puede conducirnos al ostracismo; razón tiene el novelista Fernando Vallejo al afirmar: “Uno no es lo que es, sino lo que los demás le permiten creer que es”.

No pretendo ser pesimista, me alimento para fortalecer mis ideas optimistas y seguir ganando la batalla ante la persecución de la muerte, a quien creo tendrá que esperarme mientras yo viva. Repensemos las ideas.

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 30 DE NOVIIEMBRE DE 2020
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