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EL SÍNDROME DE HYBRIS

                                         EL SÍNDROME DE HYBRIS



Por Hugo Castillo Mesino


Los políticos, en especial los jefes de Estado y de Gobierno, toman decisiones que tienen consecuencias transcendentes en la vida de la gente que gobiernan; en casos extremos puede ser cuestión de vida o muerte. El deber del político a intervenir en estos casos se manifiesta cuando hay probabilidades de que la intervención mejore su status quo y, a su vez, la exigencia de actuar por actuar.

 

La interrelación entre política y medicina es interesante; en particular, las consecuencias de las enfermedades en jefes de Estado y de Gobierno a lo largo de la historia. Estas dolencias suscitan muchas cuestiones relevantes: sobre la toma de decisiones, los peligros que conlleva el mantener en secreto la dolencia, la dificultad para destituir a los dirigentes enfermos de las izquierdas y derechas, y, no menos que todo esto, la responsabilidad que las afecciones de los altos dirigentes hacen recaer sobre sus médicos. 

 

La historiadora, y premio Pulitzer, Barbara Tuchman escribió que somos menos consciente que el poder “genera locura, de que el poder de mando impide a menudo pensar, de que la responsabilidad del poder muchas veces se desvanece conforme aumenta su ejercicio. La general responsabilidad del poder es gobernar de la manera más razonable posible en interés del Estado y de los ciudadanos. En ese proceso es una obligación mantenerse bien informado, mantener la mente y el juicio abiertos y resistirse al insidioso encanto de la estupidez”. 

 

La medida en que la enfermedad puede afectar a los procesos de gobierno y la toma de decisiones de los dirigentes, engendrando locura en el sentido de estupidez, obstinación, o irreflexión, es un tema con el que se enfrentó el neurocirujano y exmiembro de la Cámara de los Lores David Owen, ministro de Asuntos Exteriores, como autoridad teórica y experimental que, logró plasmar en su libro “En el poder y la enfermedad... Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”.

 

Al autor también le fascinan aquellos líderes que no estaban enfermos y cuyas facultades cognitivas funcionaban correctamente, pero desarrollaron lo que describe como “Síndrome de Hybris”. Los actos de Hybris son mucho más habituales en los jefes de Estado y de Gobierno, sean de izquierdas o de derechas, de lo que a menudo se percibe. La Hybris es un elemento fundamental de la definición de una perversa persistencia en una política demostrablemente inviable o contraproducente. La estupidez, la fuente del autoengaño, es un factor que se manifiesta notablemente en sumo grado en el gobierno. 

 

Es todavía más interesante si algunos políticos que no tienen estos tipos de personalidad pueden, no obstante, empezar a actuar de este modo simplemente como consecuencia de estar en el poder o ser aspirante a las corporaciones públicas y, por qué no, a la presidencia de la República en el contexto actual. ¿Puede producir por sí misma en los estados mentales unos cambios que luego se manifiesten en la conducta propia de la Hybris? Por ello, es trascendental que la ciudadanía estudie los perfiles, y los partidos o movimientos tomen carta en el asunto para que este síndrome como tal no traiga consecuencias nefastas tanto en las izquierdas como en las derechas.

 

Es importante que se conozca la sintomatología o patología al observar a candidatos corporativos y luego a jefes de Estado con los comportamientos o facetas a enunciar: una inclinación narcisista a ver el mundo, primordialmente, como un escenario en el que pueden ejercer su poder y buscar la gloria;  predisposición a realizar acciones que tengan probabilidades de situarlo a una luz favorable, es decir, de dar una buena imagen de ellos; la preocupación desproporcionada por la imagen y la presentación; una forma mesiánica de hablar de lo que están haciendo y una tendencia a la exaltación; identificación de sí mismos con el Estado; tendencia de hablar de sí mismo en tercera persona o utilizando el mayestático “nosotros”; excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica; exagerada creencia, rayando en sentimientos de omnipotencia en lo que pueden conseguir personalmente; creencia de ser responsable no ante el tribunal terrenal de sus colegas o de la opinión pública, sino ante un tribunal más alto: la Historia o Dios; pérdida de contacto con la realidad; su convicción de la rectitud moral de una línea de actuación sin otras consideraciones: una obstinada negativa a cambiar de rumbo.

 

Es aquí donde se tuercen las cosas, precisamente por el exceso de confianza del “líder” o candidato a no tomarse la molestia de preocuparse por los aspectos prácticos de una directriz política. El síndrome de Hybris tiene la singularidad de no ser considerado como un síndrome de personalidad sino como algo que se manifiesta en cualquier líder o candidato, pero solamente cuando está en el poder, y por lo general sólo después de haberlo ejercido durante un algún tiempo. Repensar la afectación del síndrome de Hybris en las elecciones del 2022.

 

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 23 DE AGOSTO DE 2021
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