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LAS PALABRAS SON HISTORIAS

                               LAS PALABRAS SON HISTORIAS



Por Hugo Castillo Mesino


A través de las palabras podemos simplificar este mundo macondiano. Es la apuesta que hace Juan Gossaín en su libro "Colombia desde la pluma. Desde la sordidez de las sombras al lado del país", al trasegar entre letras, palabras y frases que terminan descubriendo el mundo de los mortales ahondando en nuestra identidad cultural y abordando la externalidad de otras. Es impactante internase en el escritor, cómo teje y aborda cada situación desde las palabras a lo largo y ancho del territorio; no importando el personaje que referencie, como en el caso del presidente Rafael Nuñez que intentó fusilar a su sobrino por adversarlo y solo la voz de su hermana cambió la orden al decirle: “Tú no tienes corazón” y, al final, le gritó: “Es tu propia sangre”, ante lo cual exclamó: “Te salvo la vida si te marchas de este país y no vuelves por aquí nunca más”, conduciéndolo al destierro, solo por cuestionar su gestión de gobierno.

 

“Colombia desde la pluma” al hablar de pandemia recoge epidemias desde hace 450 años: en Cartagena se trata de la lepra, que los cartageneros llamaban “elefancia”; la de Urabá, conocida como la “peste del cerdo” al igual que en Muequetá, barrio de Bogotá; mientras que en 1729 se presentaron los primeros brotes de la fiebre amarilla; la “fiebre del Magdalena”; Cartagena es atacada por el Cólera; la peste negra en 1913 en el Caribe colombiano; la gripe española en 1918 hizo estragos en Santa Marta y Cartagena, al igual que en Boyacá; la gripa asiática en 1958; la gripa de Hong Kong en 1968; el Ébola en 1966 y reaparece en el 2018;  el Sida en 1981; el síndrome respiratorio en el 2002, la gripa Aviar en el 2003. Esas terribles pestes han cumplido su ciclo y para las actuales no hemos podido encontrar solución por causa de la corrupción. 

 

Transitar por el Instituto Caro y Cuervo es destacar la importancia de estos dos filólogos que ha producido nuestro país. Caro es coautor con Rafael Nuñez de la Constitución Nacional de 1886 y Cuervo en 1872 empezó a escribir el “Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua española” en el cual se define el origen de los vocablos de nuestro idioma, las modificaciones y la manera correcta de formar una frase. En ese instituto se dictan cursos especiales sobre los lenguajes de las tribus de la Amazonía, asisten jóvenes coreanos y europeos que vienen con el propósito de estudiar lengua española, fonética, dramática y literatura hispanoamericana, con estadísticas de 273 estudiantes procedentes de varios países del mundo.

 

La corrupción en Colombia es tan grande que hasta el lenguaje se corrompe valiéndose de manera hipócrita de eufemismos que surgen como un recurso de la delicadeza humana para no ofender a los demás; pero, ya no es un acto de sutileza, sino una máscara y se demuestra como a la “pornografía” que hoy la llaman “material implícito para el entretenimiento de adultos”, aunque debería de ser de adúlteros; la impotencia ahora se conoce como disfunción eréctil; la “malversación de recursos públicos” a lo que ante se llamaba peculado, olvidándose inconscientemente de la palabra ladrón; “liquido perlático de la consorte del toro” a lo que simplemente se llama leche; el asesinato cometido por agentes del Estado, a mansalva y en descampado lo bautizaron “falso positivo”, tal vez se les olvidó por tomadura de pelo llamarlo “verdadero negativo”; los pandilleros de antes ahora son “Bacrim” y en el Senado de la Republica les dicen “migrantes internos” a los que conocemos como desplazados; los narradores deportivos cuando un jugador rueda por el campo lo que cae es su “humanidad” y si la caída fue producto  de una patada en la espinilla “le propino un punta pie en la extremidad derecha”, al rival habilidoso antes era “marcado” ahora es “referenciado”.

 

La justicia tras cojear no se aparta de los eufemismos disfrazados de mentiras medianas  y grandes; los periodistas ya no hablan de la “Fiscalía General” ahora se llama el “Ente Acusador” como si se tratara de una cámara indiscreta en televisión; a los presos les llaman  “internos”; al plagio suelen llamarlo “coincidencia”, cuando son delincuentes culturales; a los jóvenes con ambición se les llama “con emprendimiento para empoderarse”; al mensajero “ingeniero de comunicación y reparto de documentos”; al vendedor ambulante “distribuidor informal”; a los barrenderos “técnicos sanitarios”. El lenguaje cambia al estigmatizar los valores y hacer de las palabras insumos alienantes.

 

Cabe recordar una frase digna “la vida es dura pero sabrosa”, como el cucayo que recibe diferentes nombres de acuerdo a las regiones y por último la palabra tocayo que solo existe en forma masculina. Hay que seguir repensando este país; por nuestra condición de pentaétnicos y pluridimensionales.

 

PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 30 DE AGOSTO DE 2021
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