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NINFEÁCEA

                                            NINFEÁCEA



Por Hugo Castillo Mesino

De cabellos oscuros, ojos alargados, mirada penetrante, nariz fileña y labios pronunciados, femenina en su expresión y esplendor, destilando palabras de esperanza; quien se define con el seudónimo de “Ninfeácea”, al ser violada a sus 9 años por su padrastro, ostenta la condición de escritora a sus 20 años; algo similar vivió la célebre literata Virginia Wolf, a sus 7 años al ser violada por sus hermanastros veinteañeros. “Ninfeácea” es la flor de loto, que emerge y florece en medio del lodo y del caos; aun así, es hermosa y despampanante. 

La escritora española Rosa Montero en su libro “El peligro de estar cuerda” dice: “Los escritores somos unos seres tan menesterosos de la mirada ajena; por eso parecemos vanidosos; por eso somos tan terriblemente frágiles ante las críticas” sumándose Friedrich Nietzsche en “Zaratustra”; “Si cuentas con seguidores, si hay gente que piensa como tú, todo funciona”. Para “Ninfeácea” escribir nace de la impotencia qué al estar presa de si misma construye su existencia, lo suficientemente valida; tal como lo demuestra en sus apartados vivenciales, significativos, transcendentales al hablár de su libertad y contraponerse al monstruo que violo su inocencia, tal como lo describe en su letras, frases y párrafos: “    

En palabras de “Ninfeácea”, es asombroso y prosaico al decir: “Espero que el tiempo permita que la oscuridad que ha tragado entera tu alma, pavoneándose cual pavo real al enorgullecerse de tu ahora esencia efervescente de podredumbre, cual depredadora de luz y antigua habitante de tu cuerpo enmudecido. Al simple suave vaivén de ramas de árbol mustio, fingidor de ser dador de sombra, aquella nada carroñera ha dado bocados y ha fingido ignorancia al simple avistamiento de caudales de río desbordados, abrumada ha utilizado algún trozo de tela vagante, desplazada por la polución aberrante, ha querido envolver a la vida vestida de muerto, sellarla entre las almas desesperadas, esas que calzan ampollas en vez de zapatos”.

¿Cómo puede comprender, aquella que vive entre los muertos, ajena a la vida?

En aquel lugar, vacío universal, alcanzo a destilar palabras que son destructora de incontables formas de vida, esa es “Ninfeácea”, prosigue diciendo, confesándole a la vida “Tal sequía degolladora de fuente ancestral creadora, mi vista no alcanza a reconocerte, mi alma ya no pide gritar tu nombre, clamar alaridos para salvarte, rullir mi propia piel para darte aliento de vida, cubrirte más allá del dolor y la esencia de la existencia, tal como lo haría un suéter mullido sobre cuerpo humano experimentando frío quemador. Temo mencionar que aquel intento de salvarte ha quebrado mi esencia, ha intentado nublar mi existencia y arrebatarme mis buenas vivencias”.

Ninfeácea no se detiene, la desnudaron, ahora le importa poco desnudar la verdad para ser libre y encadenar al monstruo qué respira de angustia, donde el tiempo aniquila su perversidad. 

“Abandonando aquel delirio de superhéroe, abrumadora mota cegadora, he soltado tu ser, todo aquello que me ataba a ti, y eso me ha brindado mayor libertad, de la que crees ser dueña. No pienso ofrecer disculpas. Ni mucho menos condolencias. Cuando aceptas que aquel actor de ficción que cae tras sus miserias y acostumbrado a las incontables fracturas, repite una y otra vez, alimentándose no solo del vacío sino también de migajas grasientas, tu alma, gozosa, se alimenta de ellas.

“Aquel espíritu viajero atraviesa mis piernas, desbarata mi peinado y desordena mi cabello, ríe y baila conmigo en cada roce cariñoso y alentador, platica con el fuego, destructor del caos y creador de sí para incendiar desde adentro aquellas costumbres tradicionales, creencias limitantes y poco motivantes, ambos se complementan, coquetean entre ellos y le dan la bienvenida a la tierra, centrada, objetiva y por supuesto, lugar de partida e ida, tierra, por supuesto, saluda con una sonrisa pequeña pero calmante, mientras lleva de la mano al agua, brindadora de tranquilidad absoluta y memorias perdidas”.

Te consumes, consumes, permites que te consuman, el círculo vicioso no acaba.

“Ahora, sintiendo la tierra húmeda debajo de mis pies, mientras el aire reparte besos en mis mejillas y enreda mi cabello, el fuego, encendido justo delante de mí brindando protección y calidez, mientras bailotea divertido, rebosante de energía, el agua fluye, con sus olas vistiendo sus mares con encajes, tierra parece cantar, tararear porque la felicidad se le desborda tanto que los tambores, las aves, la ocarina y los espíritus guardianes bailan, alardean y juguetean”. 

“Mi camino ya no tiene trabas, ni temores. No es el comienzo, porque toda experiencia brinda conocimientos y sobre todo, cambios. 

Hoy busco expresarme y que los demás sepan o comprendan que no son los únicos, que siempre hay más y mucho más. “Escribir es un don y una enfermedad. Me alegro de haberme contagiado”, dice Charles Bukowski; todo tememos curarnos en efecto. “Ninfeácea” hace valer sus derechos, exponiendo su caso ante las organizaciones que tratan la violencia contra la mujer y la equidad de género. ¿Se hará justicia?     


PUBLICADO EN EL DIARIO LA LIBERTAD DE BARRANQUILLA

LUNES 28 DE AGOSTO DE 2023  
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About hugo castillo

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